Page 166 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-; mas quiérote hacer

                  sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino




                  muy de veras; porque de otra manera, seria contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan

                  que no digamos mentira alguna, pena de relasos, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que

                  mentir. Ansí que mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que llevan nada del
                  sofistico ni del fantástico. Y será necesario que me dejes algunas hilas para curarme, pues que la

                  ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos.


                  -Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo. Y ruégole a

                  vuestra merced que no se acuerde mas de aquel maldito brebaje; que en solo oírle mentar se me
                  revuelve el alma, no que el estómago. Y más le ruego: que haga cuenta que son ya pasados los tres

                  días que me ha dado de término para ver las locuras que hace, que ya las doy por vistas y por

                  pasadas en cosa juzgada, y diré maravillas a mi señora; y escriba la carta y despácheme luego,

                  porque tengo gran deseo de volver a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dejo.

                  -¿Purgatorio le llamas, Sancho? -dijo don Quijote-. Mejor hicieras en llamarle infierno, y aun peor,

                  si hay otra cosa que lo sea.


                  -Quien ha infierno -respondió Sancho- nula es retencio, según he oído decir.

                  -No entiendo qué quiere decir retencio -dijo don Quijote.


                  -Retencio es -respondió Sancho- que quién está en el infierno nunca sale de él, ni puede. Lo cual
                  será al revés en vuestra merced, o a mí me andarán mal los pies, si es que llevo espuelas para avivar

                  a Rocinante; y póngame yo por una en el Toboso, y delante de mi señora Dulcinea; que yo le diré

                  tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda

                  haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un

                  alcornoque; con cuya respuesta dulce y melificada volveré por los aires como brujo, y sacaré a

                  vuestra merced deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues hay esperanza de salir dél, la




                                             Portal Educativo EducaCYL
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