Page 162 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¿Ya no te he dicho -respondió don Quijote- que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del

                  desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en

                  una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro; de cuya

                  pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató

                  pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas, y hizo otras cien mil
                  insolencias, dignas de eterno nombre y escritura? Y, puesto que yo no pienso imitar a Roldán, o

                  Orlando, o Rotolando (que todos estos tres nombres tenía), parte por parte, en todas las locuras que

                  hizo, dijo y pensó, haré el bosquejo, como mejor pudiere, en las que me pareciere ser más

                  esenciales. Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer

                  locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más.

                  -Paréceme a mi -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron

                  causa para hacer esas necedades y penitencias; pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para volverse

                  loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora

                  Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano?.

                  -Ahí está el punto -respondió don Quijote-, y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un

                  caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está en desatinar sin ocasión y dar a

                  entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado? Cuanto más, que harta

                  ocasión tengo en la larga ausencia que he hecho de la siempre señora mía Dulcinea del Toboso; que,
                  como ya oíste decir a aquel pastor de marras, Ambrosio, quien está ausente todos los males tiene y

                  teme. Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no

                  vista imitación. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú




                  vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea: y si fuere tal

                  cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de

                  veras, y, siéndolo, no sentiré nada. Ansí que de cualquiera manera que responda, saldré del conflicto

                  y trabajo en que me dejares, gozando el bien que me trujeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que
                  me aportares, por loco. Pero dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino, que ya vi

                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
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