Page 163 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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que le alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le quiso hacer pedazos? Pero no pudo; donde se

                  puede echar de ver la fineza de su temple.

                  A lo cual respondió Sancho:


                  -Vive Dios, señor Caballero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni llevar en paciencia algunas

                  cosas que vuestra merced dice, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de

                  caballerías, y de alcanzar reinos e imperios, de dar ínsulas, y de hacer otras mercedes y grandezas,
                  como es uso de caballeros andantes, que todo debe de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña,

                  o patraña, o como lo llamáremos. Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de

                  barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga deste error en más de cuatro días, ¿qué ha de

                  pensar sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio? La bacía yo la llevo en el costal,

                  toda abollada, y llevóla para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta

                  gracia, que algún día me vea con mi mujer y hijos.

                  -Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro -dijo don Quijote- que tienes el más corto

                  entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Que es posible que en cuanto ha que andas

                  conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras,

                  necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello ansí, sino porque
                  andan entre nosotros siempre una caterva de encantandores que todas nuestras cosas mudan y

                  truecan, y las vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos: y así.

                  eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mi el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá

                  otra cosa. Y fue rara providencia del sabio que es de mi parte hacer que parezca bacía a todos lo que

                  real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo él de tanta estima, todo el mundo

                  me perseguiría por quitármele; pero como ven que no es más de un bacín de barbero, no se curan de
                  procuralle, como se mostró bien en el que quiso rompelle y le dejó en el suelo sin llevarle; que a fe

                  que si le conociera, que nunca él le dejara. Guárdale, amigo, que por ahora no le he menester; que

                  antes me tengo de quitar todas estas armas, y quedar desnudo como cuando nací, si es que me da en

                  voluntad de seguir en mi penitencia más a Roldán que a Amadís.




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