Page 161 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Sí -dijo don Quijote-; porque si vuelves presto de adonde pienso enviarte, presto se acabará mi

                  pena, y presto comenzará mi gloria. Y porque no es bien que te tenga más suspenso, esperando en lo

                  que han de parar mis razones, quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadís de Gaula fue uno de

                  los más perfectos




                  caballeros andantes. No he dicho bien fue uno: fue el solo, el primero, el único, el señor de todos
                  cuantos hubo en su tiempo en el mundo. Mal año y mal mes para don Belianís y para todos aquellos

                  que dijeren que se le igualó en algo, porque se engañan, juro cierto. Digo asimismo que, cuando

                  algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores

                  que sabe; y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sirven para

                  adorno de las repúblicas, y así lo ha de haber y hacer el que quiere alcanzar nombre de prudente y

                  sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de
                  prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio, en persona de Eneas, el valor de un

                  hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolos ni describiéndolos

                  como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus

                  virtudes. Desta mesma suerte, Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados

                  caballeros, a quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la

                  caballería militamos. Siendo, pues, esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero
                  andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería. Y una de las

                  cosas en que más este caballero mostró su prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor,

                  fue cuando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, a hacer penitencia en la Peña Pobre, mudado

                  su nombre en el de Beltenebros, nombre, por cierto, significativo y proprio para la vida que el de su

                  voluntad había escogido. Ansí que me es a mi más fácil imitarle en esto que no en hender gigantes,

                  descabezar serpientes, matar endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas y deshacer

                  encantamentos. Y pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos, no hay para qué
                  se deje pasar la ocasión, que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas.


                  -En efecto -dijo Sancho-, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?

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