Page 160 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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intencionado de decir y pensar que ella era su manceba; y mienten, digo, otra vez, y mentirán otras
docientas, todos los que tal pensaren y dijeren.
-Ni yo lo digo ni lo pienso –respondió Sancho-; allá se lo hayan; con su pan se lo coman; si fueron
amancebados, o no, a Dios habrán dado la cuenta; de mis viñas vengo, no sé nada; no soy amigo de
saber vidas ajenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Cuanto más, que desnudo
nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; mas que lo fuesen, ¿qué me va a mí? Y muchos piensan
que hay tocinos, y no hay estacas. Mas ¿quién puede poner puertas al campo? Cuanto más, que de
Dios dijeron.
-¡Válame Dios -dijo don Quijote-, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que
tratamos a los refranes que enhilas? Por tu vida, Sancho, que calles, y de aquí adelante entremétete
en espolear a tu asno, y deja de hacello en lo que no te importa. Y entiende con todos tus cinco
sentidos que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme a las
reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo.
Señor respondió Sancho-, y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas
montañas, sin senda ni camino, buscando a un loco, el cual, después de hallado, quizá le vendrá en
voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y
de mis costillas, acabándonoslas de romper de todo punto?
-Calla, te digo otra vez, Sancho -dijo don Quijote-; porque te hago saber que no sólo me trae por
estas partes el deseo de hallar al loco, cuanto el que tengo de hacer en ellas una hazaña, con que he
de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra; y será tal, que he de echar con
ella el sello a todo aquello que puede hacer perfecto y famoso a un andante caballero.
-Y ¿es de muy gran peligro esa hazaña? -preguntó Sancho Panza.
-No -respondió el de la Triste Figura-; puesto que de tal manera podía correr el dado, que
echásemos azar en lugar de encuentro, pero todo ha de estar en tu diligencia.
-¿En mi diligencia? -dijo Sancho.
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