Page 159 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Ya te entiendo, Sancho -respondió don Quijote-: tú mueres porque te alce el entredicho que te

                  tengo puesto en la lengua. Dale por alzado y di lo que quisieres, con condición que no ha de durar

                  este alzamiento más de en cuanto anduviéremos por estas sierras.

                  -Sea ansí -dijo Sancho-; hable yo ahora, que después Dios sabe lo que será; y comenzando a gozar de

                  ese salvoconducto, digo que ¿qué le iba a vuestra merced en volver tanto por aquella reina

                  Magimasa, o como se llama? O ¿qué hacía al caso que aquel abad fuese su amigo o no? Que si

                  vuestra merced pasara con ello, pues no era su juez, bien creo yo que el loco pasará adelante con su

                  historia, y se hubieran ahorrado el golpe del guijarro, y las coces, y aun más de seis torniscones.

                  -A fe, Sancho -respondió don Quijote-, que si tú supieras, como yo lo sé, cuán honrada y cuán

                  principal señora era la reina Madásima, yo sé que dijeras que tuve mucha paciencia, pues no quebré

                  la boca por donde tales blasfemias salieron. Porque es muy gran blasfemia decir ni pensar que una

                  reina esté amancebada con un cirujano. La verdad del cuento es que aquel maestro Elisabat que el
                  loco dijo, fue un hombre muy prudente y de muy sanos consejos, y sirvió de ayo y de médico a la

                  reina; pero pensar que ella era su amiga es disparate, digno de muy gran castigo. Y porque veas que

                  Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo ya estaba sin juicio.




                  -Eso digo yo -dijo Sancho-: que no había para qué hacer cuenta de las palabras de un loco; porque si

                  la buena suerte no ayudara a vuestra merced, y encaminara el guijarro a la cabeza como le encaminó

                  al pecho, buenos quedáramos por haber vuelto por aquella mi señora que Dios cohonda. Pues

                  ¡montas que no se librara Cardenio por loco!

                  -Contra cuerdos y contra locos está obligado cualquier caballero andante a volver por la honra de las

                  mujeres, cualesquiera que sean, cuanto más por las reinas de tan alta guisa y pro como fue la reina

                  Madásima, a quien yo tengo particular afición por sus buenas partes; porque fuera de haber sido
                  fermosa, además fue muy prudente y muy sufrida en sus calamidades, que las tuvo muchas; y los

                  consejos y compañía del maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho provecho y alivio para poder

                  llevar sus trabajos con prudencia y paciencia. Y de aquí tomó ocasión el vulgo ignorante y mal



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