Page 150 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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sierra que salía donde ellos estaban, el mancebo que buscaba, el cual venía hablando entre sí cosas
que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de lejos. Su traje era cual se ha pintado, sólo que,
llegando cerca, vio don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traía era de ámbar; por
donde acabó de entender que persona que tales hábitos traía no debía de ser de ínfima calidad.
En llegando el mancebo a ellos, les saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha
cortesía. Don Quijote le volvió las saludes con no menos comedimiento, y, apeándose de Rocinante,
con gentil continente y donaire, le fue a abrazar y le tuvo un buen espacio estrechamente entre sus
brazos, como si de luengos tiempos le hubiera conocido. El otro, a quien podemos llamar el Roto de
la Mala Figura –como a don Quijote el de la Triste–, después de haberse dejado abrazar, le apartó
un poco de sí, y, puestas sus manos en los hombros de don Quijote, le estuvo mirando, como que
quería ver si le conocía; no menos admirado quizá de ver la figura, talle y armas de don Quijote, que
don Quijote lo estaba de verle a él. En resolución, el primero que habló después del abrazamiento
fue el Roto, y dijo lo que se dirá adelante.
Capítulo 24: Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena
Dice la historia que era grandísima la atención con que don Quijote escuchaba al astroso caballero
de la Sierra, el cual, prosiguiendo su plática, dijo:
-Por cierto, señor, quienquiera que seáis, que yo no os conozco, yo os agradezco las muestras y la
cortesía que conmigo habéis usado, y quisiera yo hallarme en términos, que con más que la voluntad
pudiera servir la que habéis mostrado tenerme, en el buen acogimiento que me habéis hecho; mas
no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hacen que
buenos deseos de satisfacerlas.
-Los que yo tengo -respondió don Quijote- son de serviros; tanto, que tenía determinado de no salir
destas sierras hasta hallaros y saber de vos si al dolor que en la extrañeza de vuestra vida mostráis
tener se podía hallar algún género de remedio; y si fuera menester buscarle, buscarle con la
diligencia posible. Y cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a
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