Page 147 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 147

Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darían buena cuenta. Bajó el cabrero, y, en llegando

                  adonde don Quijote estaba, dijo:

                  –Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada. Pues a buena fe

                  que ha ya seis meses que está en ese lugar. Díganme: ¿han topado por ahí a su dueño?


                  –No hemos topado a nadie –respondió don Quijote–, sino a un cojín y a una maletilla que no lejos

                  deste lugar hallamos.

                  –También la hallé yo –respondió el cabrero–, mas nunca la quise alzar ni llegar a ella, temeroso de

                  algún desmán y de que no me la pidiesen por de hurto; que es el




                  diablo sotil, y debajo de los pies se levanta allombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni

                  cómo no.

                  –Eso mesmo es lo que yo digo –respondió Sancho–: que también la hallé yo, y no quise llegar a ella

                  con un tiro de piedra; allí la dejé y allí se queda como se estaba, que no quiero perro con cencerro.

                  –Decidme, buen hombre –dijo don Quijote–, ¿sabéis vos quién sea el dueño destas prendas?


                  –Lo que sabré yo decir –dijo el cabrero– es que «habrá al pie de seis meses, poco más a menos, que

                  llegó a una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y
                  apostura, caballero sobre esa mesma mula que ahí está muerta, y con el mesmo cojín y maleta que

                  decís que hallastes y no tocastes. Preguntónos que cuál parte desta sierra era la más áspera y

                  escondida; dijímosle que era esta donde ahora estamos; y es ansí la verdad, porque si entráis media

                  legua más adentro, quizá no acertaréis a salir; y estoy maravillado de cómo habéis podido llegar

                  aquí, porque no hay camino ni senda que a este lugar encamine. Digo, pues, que, en oyendo nuestra

                  respuesta el mancebo, volvió las riendas y encaminó hacia el lugar donde le señalamos, dejándonos

                  a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priesa con que le víamos
                  caminar y volverse hacia la sierra; y desde entonces nunca más le vimos, hasta que desde allí a

                  algunos días salió al camino a uno de nuestros pastores, y, sin decille nada, se llegó a él y le dio

                  muchas puñadas y coces, y luego se fue a la borrica del hato y le quitó cuanto pan y queso en ella

                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   142   143   144   145   146   147   148   149   150   151   152