Page 136 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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–¿Y está acabado? –preguntó don Quijote.
–¿Cómo puede estar acabado –respondió él–, si aún no está acabada mi vida? Lo que está escrito es
desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras.
–Luego, ¿otra vez habéis estado en ellas? –dijo don Quijote.
–Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años, y ya sé a qué sabe el bizcocho y el
corbacho –respondió Ginés–; y no me pesa mucho de ir a ellas, porque allí tendré lugar de acabar
mi libro, que me quedan muchas cosas que decir, y en las galeras de España hay mas sosiego de
aquel que sería menester, aunque no es menester mucho más para lo que yo tengo de escribir,
porque me lo sé de coro.
–Hábil pareces –dijo don Quijote.
–Y desdichado –respondió Ginés–; porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio.
–Persiguen a los bellacos –dijo el comisario.
–Ya le he dicho, señor comisario –respondió Pasamonte–, que se vaya poco a poco, que aquellos
señores no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes que aquí vamos, sino para que nos
guiase y llevase adonde Su Majestad manda. Si no, ¡por vida de...! ¡Basta!, que podría ser que
saliesen algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta; y todo el mundo calle, y viva
bien, y hable mejor y caminemos, que ya es mucho regodeo éste.
Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte en respuesta de sus amenazas, mas don
Quijote se puso en medio y le rogó que no le maltratase, pues
no era mucho que quien llevaba tan atadas las manos tuviese algún tanto suelta la lengua. Y,
volviéndose a todos los de la cadena, dijo:
–De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han
castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas
muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad; y que podría ser que el poco ánimo que aquél
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