Page 132 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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y aquí van le maltratan y aniquilan, y escarnecen y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimo

                  de decir nones. Porque dicen ellos que tantas letras tiene un no como un sí, y que harta ventura

                  tiene un delincuente, que está en su lengua su vida o su muerte, y no en la de los testigos y

                  probanzas; y para mí tengo que no van muy fuera de camino.

                  –Y yo lo entiendo así –respondió don Quijote.




                  El cual, pasando al tercero, preguntó lo que a los otros; el cual, de presto y con mucho desenfado,

                  respondió y dijo:

                  –Yo voy por cinco años a las señoras gurapas por faltarme diez ducados.


                  –Yo daré veinte de muy buena gana –dijo don Quijote– por libraros desa pesadumbre.

                  –Eso me parece –respondió el galeote– como quien tiene dineros en mitad del golfo y se está

                  muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester. Dígolo porque si a su tiempo

                  tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la

                  péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de

                  la plaza de Zocodover, de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo; pero Dios es grande:
                  paciencia y basta.


                  Pasó don Quijote al cuarto, que era un hombre de venerable rostro con una barba blanca que le

                  pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa por que allí venía, comenzó a llorar y no

                  respondió palabra; mas el quinto condenado le sirvió de lengua, y dijo:

                  –Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo paseado las acostumbradas vestido

                  en pompa y a caballo.

                  –Eso es –dijo Sancho Panza–, a lo que a mí me parece, haber salido a la vergüenza.


                  –Así es –replicó el galeote–; y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de

                  oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por
                  tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero.



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