Page 138 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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que se desataban, ya por acometer a don Quijote, que los acometía, no hicieron cosa que fuese de

                  provecho.

                  Ayudó Sancho, por su parte, a la soltura de Ginés de Pasamonte, que fue el primero que saltó en la

                  campaña libre y desembarazado, y, arremetiendo al comisario caído, le quitó la espada y la escopeta,

                  con la cual, apuntando al uno y señalando al otro, sin disparalla jamás, no quedó guarda en todo el

                  campo, porque se fueron huyendo, así de la escopeta de Pasamonte como de las muchas pedradas

                  que los ya sueltos galeotes les tiraban.

                  Entristecióse mucho Sancho deste suceso, porque se le representó que los que iban huyendo habían

                  de dar noticia del caso a la Santa Hermandad, la cual, a campana




                  herida, saldría a buscar los delincuentes, y así se lo dijo a su amo, y le rogó que luego de allí se

                  partiesen y se emboscasen en la sierra, que estaba cerca.

                  –Bien está eso –dijo don Quijote–, pero yo sé lo que ahora conviene que se haga.


                  Y, llamando a todos los galeotes, que andaban alborotados y habían despojado al comisario hasta

                  dejarle en cueros, se le pusieron todos a la redonda para ver lo que les mandaba, y así les dijo:

                  –De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios

                  ofende es la ingratitud. Dígolo porque ya habéis visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de

                  mí habéis recebido; en pago del cual querría, y es mi voluntad, que, cargados de esa cadena que

                  quité de vuestros cuellos, luego os pongáis en camino y vais a la ciudad del Toboso, y allí os
                  presentéis ante la señora Dulcinea del Toboso y le digáis que su caballero, el de la Triste Figura, se le

                  envía a encomendar, y le contéis, punto por punto, todos los que ha tenido esta famosa aventura

                  hasta poneros en la deseada libertad; y, hecho esto, os podréis ir donde quisiéredes a la buena

                  ventura.

                  Respondió por todos Ginés de Pasamonte, y dijo:







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