Page 127 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 127
habrá para pensar esto, pues, como te tengo dicho, primero se ha de cobrar fama por otras partes
que se acuda a la corte. También me falta otra cosa; que, puesto caso que se halle rey con guerra y
con hija hermosa, y que yo haya cobrado fama increíble por todo el universo, no sé yo cómo se podía
hallar que yo sea de linaje de reyes, o, por lo menos, primo segundo de emperador; porque no me
querrá el rey dar a su hija por mujer si no está primero muy enterado en esto, aunque más lo
merezcan mis famosos hechos. Así que, por esta falta, temo perder lo que mi brazo tiene bien
merecido. Bien es verdad que yo soy hijodalgo de solar conocido, de posesión y propriedad y de
devengar quinientos sueldos; y podría ser que el sabio que escribiese mi historia deslindase de tal
manera mi parentela y decendencia, que me hallase quinto o sesto nieto de rey. Porque te hago
saber, Sancho, que hay dos maneras de linajes en el mundo: unos que traen y derriban su
decendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en
punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de
grado en grado, hasta llegar a ser grandes señores. De manera que está la diferencia en que unos
fueron, que ya no son, y otros son, que ya no fueron; y podría ser yo déstos que, después de
averiguado, hubiese sido mi principio grande y famoso, con lo cual se debía de contentar el rey, mi
suegro, que hubiere de ser. Y cuando no, la infanta me ha de querer de manera que, a pesar de su
padre, aunque claramente sepa que soy hijo de un azacán, me ha de admitir por señor y por esposo;
y si no, aquí entra el roballa y llevalla donde más gusto me diere; que el tiempo o la muerte ha de
acabar el enojo de sus padres.
–Ahí entra bien también –dijo Sancho– lo que algunos desalmados dicen: "No pidas de grado lo que
puedes tomar por fuerza"; aunque mejor cuadra decir: "Más vale salto de mata que ruego de
hombres buenos". Dígolo porque si el señor rey, suegro de vuestra merced, no se quisiere domeñar a
entregalle a mi señora la infanta, no hay sino, como vuestra merced dice, roballa y trasponella. Pero
está el daño que, en tanto que se hagan las paces y se goce pacíficamente el reino, el pobre escudero
se podrá estar a diente en esto de las mercedes. Si ya no es que la doncella tercera, que ha de ser su
mujer, se sale con la infanta, y él pasa con ella su mala ventura, hasta que el cielo ordene otra cosa;
porque bien podrá, creo yo, desde luego dársela su señor por ligítima esposa.
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es