Page 129 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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–Yo se lo diré –respondió Sancho–: los años pasados estuve un mes en la corte, y allí vi que,

                  paseándose un señor muy pequeño, que decían que era muy grande, un hombre le seguía a caballo a

                  todas las vueltas que daba, que no parecía sino que era su rabo. Pregunté que cómo aquel hombre

                  no se juntaba con el otro, sino que siempre andaba tras dél. Respondiéronme que era su caballerizo

                  y que era uso de los grandes llevar tras sí a los tales. Desde entonces lo sé tan bien que nunca se me
                  ha olvidado.


                  –Digo que tienes razón –dijo don Quijote–, y que así puedes tú llevar a tu barbero; que los usos no

                  vinieron todos juntos, ni se inventaron a una, y puedes ser tú el primero conde que lleve tras sí su

                  barbero; y aun es de más confianza el hacer la barba que ensillar un caballo.

                  –Quédese eso del barbero a mi cargo –dijo Sancho–, y al de vuestra merced se quede el procurar

                  venir a ser rey y el hacerme conde.

                  –Así será –respondió don Quijote.


                  Y, alzando los ojos, vio lo que se dirá en el siguiente capítulo.




                  Capítulo 22: De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los
                  llevaban donde no quisieran ir


                  Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima,

                  dulce e imaginada historia que, después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho

                  Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo veinte y uno quedan
                  referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce

                  hombres a pie, ensartados, como cuentas, en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con

                  esposas a las manos. Venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie; los de a

                  caballo, con escopetas de rueda, y los de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza

                  los vido, dijo:

                  –Ésta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras.




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