Page 125 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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fermosas y acabadas doncellas que, en gran parte de lo descubierto de la tierra, a duras penas se

                  pueda hallar. Sucederá tras esto, luego en continente, que ella ponga los ojos en el caballero y él en

                  los della, y cada uno parezca a otro cosa más divina que humana; y, sin saber cómo ni cómo [no],

                  han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa, y con gran cuita en sus corazones

                  por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos. Desde allí le llevarán,
                  sin duda, a algún cuarto del palacio, ricamente aderezado, donde, habiéndole quitado las armas, le

                  traerán un rico manto de escarlata con que se cubra; y si bien pareció armado, tan bien y mejor ha

                  de parecer en farseto. Venida la noche, cenará con el rey, reina e infanta, donde nunca quitará los

                  ojos della, mirándola a furto de los circustantes, y ella hará lo mesmo con la mesma sagacidad,

                  porque, como tengo dicho, es muy discreta doncella. Levantarse han las tablas, y entrará a deshora
                  por la puerta de la sala un feo y pequeño enano con una fermosa dueña, que, entre dos gigantes,

                  detrás del enano viene, con cierta aventura, hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare

                  será tenido por el mejor caballero del mundo. Mandará luego el rey que todos los que están

                  presentes la prueben, y ninguno le dará fin y cima sino el caballero huésped, en mucho pro de su

                  fama, de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá por contenta y pagada además, por

                  haber puesto y colocado sus pensamientos en tan alta parte. Y lo bueno es que este rey, o príncipe, o

                  lo que es, tiene una muy reñida guerra con otro tan poderoso como él, y el caballero huésped le pide
                  (al cabo de algunos días que ha estado en su corte) licencia para ir a servirle en aquella guerra dicha.

                  Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le besará cortésmente las manos por la merced

                  que le face. Y aquella noche se despedirá de su señora la infanta por las rejas de un jardín, que cae

                  en el aposento donde ella duerme, por las cuales ya otras muchas veces la había fablado, siendo

                  medianera y sabidora de todo una doncella de quien la infanta mucho se fiaba. Sospirará él,

                  desmayaráse ella, traerá agua la doncella, acuitaráse mucho porque viene la mañana, y no querría
                  que fuesen descubiertos, por la honra de su señora. Finalmente, la infanta volverá en sí y dará sus

                  blancas manos por la reja al caballero, el cual se las besará mil y mil veces y se las bañará en

                  lágrimas. Quedará concertado entre los dos del modo que se han de hacer saber sus buenos o malos

                  sucesos, y rogarále la princesa que se detenga lo menos que pudiere; prometérselo ha él con muchos



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