Page 122 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 122

–También la tengo yo –respondió Sancho–, pero si yo le hiciere ni le probare más en mi vida, aquí

                  sea mi hora. Cuanto más, que no pienso ponerme en ocasión de haberle menester, porque pienso

                  guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido ni de ferir a nadie. De lo del ser otra vez

                  manteado, no digo nada, que semejantes desgracias mal se pueden prevenir, y si vienen, no hay que

                  hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el aliento, cerrar los ojos y dejarse ir por donde la
                  suerte y la manta nos llevare.


                  –Mal cristiano eres, Sancho –dijo, oyendo esto, don Quijote–, porque nunca olvidas la injuria que

                  una vez te han hecho; pues sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerías.
                  ¿Qué pie sacaste cojo, qué costilla quebrada, qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla?

                  Que, bien apurada la cosa, burla fue y pasatiempo; que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera

                  vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada

                  Elena. La cual, si fuera en este tiempo, o mi Dulcinea fuera en aquél, pudiera estar segura que no

                  tuviera tanta fama de hermosa como tiene.

                  Y aquí dio un sospiro, y le puso en las nubes. Y dijo Sancho:


                  –[Pase] por burlas, pues la venganza no puede pasar en veras; pero yo sé de qué calidad fueron las

                  veras y las burlas, y sé también que no se me caerán de la memoria, como nunca se quitarán de las
                  espaldas. Pero, dejando esto aparte, dígame vuestra merced qué haremos deste caballo rucio

                  rodado, que parece asno pardo, que dejó aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced

                  derribó; que, según él puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego, no lleva pergenio de

                  volver por él jamás; y ¡para mis barbas, si no es bueno el rucio!

                  –Nunca yo acostumbro –dijo don Quijote– despojar a los que venzo, ni es uso de caballería

                  quitarles los caballos y dejarlos a pie, si ya no fuese que el vencedor hubiese perdido en la pendencia

                  el suyo; que, en tal caso, lícito es tomar el del vencido, como ganado en guerra lícita. Así que,

                  Sancho, deja ese caballo, o asno, o lo que tú quisieres que sea, que, como su dueño nos vea

                  alongados de aquí, volverá por él.






                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126   127