Page 118 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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cualquiera manera que yo me enoje con vos ha de ser mal para el cántaro. Las mercedes y beneficios
que yo os he prometido llegarán a su tiempo, y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de
perder, como ya os he dicho. Esta bien cuanto vuestra merced dice, dijo Sancho; pero yo querría
saber (por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes, y fuese necesario acudir al de los salarios)
cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaba por
meses o por días, como peones de albañil.
No creo yo, respondió Don Quijote, que jamás los tales escuderos estuvieron a salario, sino a
merced; y si yo ahora te le he señalado a ti en el testamento cerrado que dejé en mi casa, fue por lo
que podía suceder, que aún no sé cómo prueba en estos tan calamitosos tiempos nuestros de la
caballería, y no querría que por pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo; porque quiero que
sepas, Sancho, que en él no hay estado más peligroso que el de los aventureros. Así es verdad, dijo
Sancho, pues sólo el ruido de los mazos de un batán pudo alborotar y desasosegar el corazón de un
tan valeroso andante aventurero como es vuestra merced; mas bien puede estar seguro que de aquí
adelante no despliegue mis labios para hacer
donaire de las cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle como a mi amo y señor natural.
Desa manera, replicó Don Quijote, vivirás sobre la haz de la tierra, porque después de a los padres, a
los amos se ha de respetar como si lo fuesen.
Capítulo 21: Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas
sucedidas a nuestro invencible caballero
En esto, comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes;
mas habíales cobrado tal aborrecimiento don Quijote, por la pesada burla, que en ninguna manera
quiso entrar dentro; y así, torciendo el camino a la derecha mano, dieron en otro como el que habían
llevado el día de antes.
De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que
relumbraba como si fuera de oro, y aún él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo:
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