Page 111 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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sigamos este donde tantos miedos nos sobresaltan. Sigue tu cuento, Sancho, dijo Don Quijote, y del
camino que hemos de seguir déjame a mí el cuidado.
Digo, pues, prosiguió Sancho, que en un lugar de Extremadura había un pastor cabrerizo, quiero
decir, que guardaba cabras, el cual pastor o cabrerizo, como digo de mi cuento, se llamaba Lope
Ruiz, y este Lope Ruiz andaba enamorado de una pastora que se llamaba Torralva, la cual pastora
llamda Torralva era hija de un ganadero rico, y este ganadero rico... Si desa manera cuentas tu
cuento, Sancho, dijo Don Quijote, repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos días;
dílo seguidamente y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si no, no digas nada. De la misma
manera que yo lo cuento, respondió Sancho, se cuentan en mi tierra todas las consejas, y yo no sé
contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida que haga usos nuevos. Di como quisieres,
respondió Don Quijote, que pues la suerte quiere que no pueda dejar de escucharte, prosigue.
Así que, señor mío de mi ánima, prosiguió Sancho, que como ya tengo dicho, este pastor andaba
enamorado de Torralva la pastora, que era una moza rolliza, zahareña, y tiraba algo a hombruna,
porque tenía unos pocos bigotes, que parece que ahora la veo. ¿Luego conocístela tú? dijo Don
Quijote. No la conocí yo, respondió Sancho, pero quien me contó este cuento me dijo que era tan
cierto y verdadero, que podía bien cuando lo contase a otro afirmar y jurar que lo había visto todo:
así que yendo días y viniendo días, el diablo, que no duerme y que todo lo añasca, hizo de manera
que el amor que el pastor tenía a la pastora se volviese en homecillo y mala voluntad; y la causa fue,
según malas lenguas, una cierta cantidad de celillos que ella le dió, tales que pasaban de la raya y
llegaban a lo vedado; y fue tanto lo que el pastor la aborreció de allí adelante, que por no verla se
quiso ausentar de aquella tierra, e irse donde sus ojos no la viesen jamás. La Torralva que se vio
desdeñada del Lope, luego le quiso bien, más que nunca le había querido. Esa es natural condición
de mujeres, dijo Don Quijote, desdeñar a quien las quiere, y amar a quien las aborrece: pasa
adelante, Sancho.
Sucedió, dijo Sancho, que le pastor puso por obra su determinación, y antecogiendo sus cabras, se
encaminó por los campos de Extremadura para pasarse a los reinos de Portugal: la Torralva, que lo
supo, fue tras él, y seguíale a
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