Page 110 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 110

embuste, dijo: Ea, señor, que el cielo conmovido de mis lágrimas y plegarias ha ordenado que no se

                  pueda mover Rocinante; y si vos quereis porfiar y espolear y dale, será enojar a la fortuna y dar

                  coces, como dicen, contra el aguijón. Desesperábase con esto DOn Quijote, y por más que ponía las

                  piernas al caballo, no le podía mover; y sin caer en la cuenta de la ligadura, tuvo por bien de

                  sosegarse, y esperar a que amaneciese, o a que Rocinante se menease, creyendo sin duda que
                  aquello venía de otra parte que de la industria de Sancho, y así le dijo: Pues así es, Sancho, que

                  Rocinante no puede moverse, yo soy contento de esperar a que ría el alba, aunque yo llore lo que ella

                  tardare en venir. No hay que llorar, respondió Sancho, que yo entretendré a vuestra merced

                  contando cuentos desde aquí al día, si ya no es que se quiere apear, y echarse a dormir un poco

                  sobre la verde yerba, a uso de caballeros andantes, para hallarse más descansado




                  cuando llegue el día a punto de acometer esta tan desemejable aventura que le espera.

                  ¿A qué llamas apear, o a qué dormir? dijo Don Quijote. ¿Soy yo por ventura de aquellos caballeros

                  que toman reposo en los peligros? Duerme tú que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo

                  haré lo que viere que más viene con mi pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mío,

                  respondió Sancho, que no lo dije por tanto. Y llegándose a él, puso la una mano en el arzón
                  delantero y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierdo de su amo, sin

                  osarse apartar dél un dedo; tal era el miedo que tenía a los golpes, que todavía alternativamente

                  sonaban. Díjole Don Quijote qu contase algún cuento para entretenerle, como se lo había

                  prometido, a lo que Sancho dijo que sí hiciera si le dejara el temor de lo que oía: Pero con todo eso

                  yo me esforzaré a decir una historia, que si la acierto a contar y no me van a la mano, es la mejor de

                  las historias, y estéme vuestra merced atento, que ya comienzo.

                  Erase que se era, el bien que viniera para todos sea, y el mal para quien lo fuere a buscar; y advierta

                  vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así como

                  quiera, que fue una sentencia de Caton Zonzorino romano, que dice: "y el mal para quien lo fuere a

                  buscar", que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo, y no vaya a
                  buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que

                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   105   106   107   108   109   110   111   112   113   114   115