Page 109 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 109
tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta lo que ha hecho el cielo
con vuestra merced en librarle de ser manteado como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo
entre tantos enemigos como acompañaban al difunto; y cuando todo esto no mueva ni ablande ese
duro corazón, muévale el pensar que apenas se habrá vuestra merced apartado de aquí, cuando yo
de miedo dé mi ánima a quien quisiera llevarla. Yo salí de mi tierra, y dejé hijos y mujer por venir a
servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la codicia rompe el saco, a mí
me ha rasgado mis esperanzas, pues cuando más vivas las tenía de alcanzar aquella negra y
malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que en pago y trueco della
me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano: por un solo Dios, señor mío, que
non se me faga tal desaguisado; y ya que del todo no quiera vuestra merced desistir de acometer este
fecho, dilátelo a lo menos hasta la mañana, que a lo que a mí me muestra la ciencia que aprendí
cuando era pastor, no debe de haber desde aquí al alba tres horas, porque la boca de la bocina está
encima de la cabeza, y hace la medianoche en la línea del brazo izquierdo.
¿Cómo puedes tú, Sancho, dijo Don Quijote, ver donde hace esa línea, ni dónde está esa boca o ese
colodrillo que dices, si hace la noche tan oscura que no parece en todo el cielo estrella alguna? Así
es, dijo Sancho; pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las cosas debajo de tierra, cuanto más encima
en el cielo, puesto que por buen discurso, bien se puede entender que hay poco de aquí al día. Falte
lo que faltare, respondió Don Quijote, que no se ha de decir por mí ahora, ni en ningún tiempo, que
lágrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que debía a estilo de caballero; y así te ruego, Sancho,
que calles, que DIos que me ha puesto en corazón de acometer ahora esta tan no vista y tan hermosa
aventura, tendrá cuidado de mirar por mi salud, y de consolar tu tristeza; lo que has de hacer es
apretar bien las cinchas a Rocinante y quedarte aquí, que yo daré la vuelta presto, o vivo o muerto.
Viendo, pues, Sancho, la última resolución de su amo, y cuán poco valían con él sus lágrimas,
consejos y ruegos, determinó de aprovecharse de su industria, y hacerle esperar hasta el día si
pudiese; y así, cuando apretaba las cinchas al caballo, bonitamente y sin ser sentido, ató con el
cabestro de su asno ambos piés a Rocinante, de manera que cuando Don Quijote se quiso partir no
pudo, porque el caballo no se podía mover sino a saltos. Viendo Sancho Panza el buen suceso de su
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es