Page 100 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos

                  del agua, y es tan piadoso, que hace salir su sol sobre los buenos y malos, y llueve sobre los injustos

                  y justos. Más bueno era vuestra merced, dijo Sancho, para predicador que para caballero andante.

                  De todo sabían y han de saber los caballeros andantes, Sancho, dijo Don Quijote, porque caballero

                  andante hubo en los pasados siglos, que así se paraba a hacer un sermón o plática en un camino
                  real, como si fuera graduado por la universidad de París, de donde se infiere, que nunca la lanza

                  embotó la pluma, ni la pluma la lanza. Ahora bien, sea así como vuestra merced dice, respondió

                  Sancho; vamos ahora de aquí y procuremos donde alojar esta noche, y quiera Dios que sea en parte

                  donde no haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados, que si los hay, daré al

                  diablo el hato y el garabato.

                  Pídeselo tú a Dios, dijo Don Quijote, guía tú por donde quisieres, que esta vez quiero dejar a tu

                  elección el alojarnos; pero dame acá la mano, y atiéntame con el dedo, y mira bien cuántos dientes y

                  muelas me faltan deste lado derecho de la quijada alta, que allí siento el dolor. Metió Sancho los

                  dedos, y estándole atentándo le dijo: ¿Cuántas muelas solía vuestra merced tener en esta parte?
                  Cuatro, respondió Don Quijote, fuera de la cordal todas enteras y muy sanas. Mire vuestra merced

                  bien lo que dice, señor, respondió Sancho. Digo cuatro, si no eran cinco, respondió Don Quijote,

                  porque en toda mi vida me han sacado diente ni muela de la boca, ni se me ha caído, ni comido de

                  neguijon, ni de reuma alguna. Pues en




                  esta parte de abajo, dijo Sancho, no tiene vuestra merced más de dos muelas y media, ni ninguna,

                  que toda está rasa como la palma de la mano.

                  ¡Sin ventura yo! dijo Don Quijote, oyendo las tristes nuevas que su escudero le daba, que más

                  quisiera que me hubieran derribado un brazo, como no fuera el de la espada; porque te hago saber,

                  Sancho, que la boca sin muelas es como el molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un

                  diente que un diamante; mas a todo esto estamos sujetos los que profesamos la estrecha orden de la

                  caballería. Sube, amigo, y guía, que yo te seguiré al paso que quisieres. Hízolo así Sancho, y
                  encaminose hacia donde le pareció que podía hallar acogimiento, sin salir del camino real, que por

                                             Portal Educativo EducaCYL
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