Page 86 - Santa María de las Flores Negras
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                         Siguiéndoles la corriente, Domingo Domínguez se les une en el fraterno
                  abrazo de dolor, dándoles su más sentido pésame y ayudándoles a sentir,
                  paisanitos lindos; qué se le va a hacer; resignación, la vida es así.

                         —¡Y yo que estaba dispuesto a empeñar mi anillito de oro si hubiese sido
                  necesario! —termina diciendo en tono de afectada condolencia el barretero.

                         Los amigos se miran entre ellos suspicazmente, pero no dicen nada.
                         Cuando después de un rato vuelven todos juntos a la escuela, se
                  encuentran con un grupo de más de doscientos obreros pampinos entrando a la
                  ciudad. Al preguntar de dónde vienen, se enteran de que los huelguistas se han
                  venido «caminando a pie» desde la oficina La Palma. Y aunque esta salitrera es
                  una de las más cercanas al puerto, y los obreros van cantando a viva voz, la fatiga
                  se les asoma aguada en los ojos. Entierrados y sudorosos, como llegando de un
                  campo de batalla, rodeados de gente de Iquique y de pampinos que los han ido a
                  encontrar a los cerros, los hombres marchan entonando fervientemente el Himno
                  al Trabajador, cuya exaltada letra habla de la unidad y redención de los obreros
                  del mundo.
                         Inflamados por la visión épica de esos compañeros, el grupo de amigos se
                  desliza en medio de la columna y, cantando también puño en alto, se encaminan
                  con ellos hasta la escuela Santa María.













































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