Page 83 - Santa María de las Flores Negras
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fichas tiene que subir a la oficina, le dicen de mala manera. Indignados, los amigos
deciden dirigirse a la imprenta del diario La Patria a estampar su queja y dejar
constancia del hecho.
Mientras esperan en las dependencias del diario —donde les prometen que
su reclamo saldrá ahora mismo, en el número vespertino—, alguien les pasa una
hoja ya impresa de la edición. Allí se informan de varias noticias que saldrán al
público en un rato más. Se imponen, por ejemplo, de que el «Zenteno», el barco
de guerra que trae al Intendente de la provincia y a la tropa del Regimiento
O'Higgins, llegará mañana a primera hora al puerto, y que el Teatro Nacional
continuará clausurado «por la fuerza de las circunstancias». En una nota que lleva
como título: «Gracioso ofrecimiento», leen sobre una tal señorita Isabel Ugarte,
residenta iquiqueña de nacionalidad peruana, que ha puesto a disposición de los
huelguistas una espaciosa bodega de su propiedad, ubicada en la esquina de las
calles Barros Arana y Sargento Aldea, para dar alojamiento a los pampinos que
siguen llegando a Iquique. Además se enteran, contentísimos, de que el número
de oficinas salitreras que se han plegado a la huelga ya llega a la cantidad de
sesenta y tres. «Dato éste susceptible de ser rectificado», dice la nota.
—Y pensar que todo comenzó en nuestra pequeña oficina San Lorenzo —
dice Domingo Domínguez.
—Y en una humilde casa del Campamento de Arriba —especifica orgulloso
Idilio Montano.
Al terminar de imprimirse la edición completa del diario, los amigos se
encuentran con el artículo del periodista que había estado en la escuela esa
mañana. Allí se dan a conocer las impresiones de su visita. Domingo Domínguez
lee en voz alta:
«Hoy tuvimos oportunidad de visitar la Escuela Santa María, local donde se
hospedan más de seis mil huelguistas. Era precisamente la hora en que se
repartía el almuerzo y, por consiguiente, el acceso al sitio donde se encontraba el
Directorio general se hacía casi imposible. Hasta que por fin conseguimos nuestro
objetivo.
El Comité Central está instalado en los altos del local, y damos enseguida
los detalles que observamos al llegar a ese sitio. En la escala estaban destinados,
a guisa de centinelas, como ocho ayudantes de orden, los cuales se ocupaban en
atender a las personas que deseaban hablar con el Directorio. Pasamos nuestra
tarjeta que los ayudantes hicieron llegar al Presidente, señor Brigg, quien ordenó
que se nos diera libre paso. Permanecimos en el recinto como dos horas, y en
todo ese tiempo pudimos imponernos de la magnífica organización que tienen los
huelguistas.
El Presidente, rodeado de sus directores y los ayudantes de orden, imparte
las órdenes que son acatadas con todo respeto. Los delegados de las oficinas que
van llegando se presentan al Directorio y éste los inscribe en un registro y les da
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