Page 84 - Santa María de las Flores Negras
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las instrucciones del caso: esto es, que la bandera de orden que han enarbolado
jamás sea arriada.
A cada instante los ayudantes de orden reciben instrucciones para los
huelguistas, las que son inmediatamente obedecidas. También pudimos oír que,
con un tino bajo todo punto de vista plausible, se tomaban informaciones a las
comisiones nombradas por el Comité para vigilar todos los establecimientos donde
se expenden bebidas alcohólicas. Las comisiones hacen las denuncias al Comité
Central y éste, a su vez, las comunica a la autoridad competente.
Esta sana actitud de los trabajadores de denunciar ellos mismos a los
despacheros que venden licor a sus compañeros, merece sea tomada en cuenta,
porque, con ello, se justifican ante todo el mundo como obreros que sólo luchan
por el pan, desbaratando ellos mismos todo lo que se encamine a producir
disturbios. Francamente es aquello un cuartel general en donde reina la disciplina
más completa, escudada siempre en el buen sentido. Dignas de oírse son allí las
órdenes que se reparten, pues todas van encaminadas a impedir que se venda
licor a sus compañeros, que guarden siempre la norma de conducta que han
adoptado desde el primer día, y así dan una prueba más de la cultura de este
pueblo trabajador que hoy se levanta en actitud pacífica para que se le oiga su
justo clamor.
Los delegados, por otra parte, se hacían presentes ante el Comité para
imponerlo de los últimos trabajos. Cada uno de los ayudantes que efectuaba
alguna comisión dada por el Comité, inmediatamente de concluida daba cuenta de
su resultado, encomendándosele, al instante, otra. Nos retiramos pues, del cuartel
general sin cansarnos de admirar la perfección, orden y buen criterio con que
dirige el movimiento el Comité Central Unido de la Pampa e Iquique».
Al salir de las oficinas del diario los amigos van contentos y animosos.
Palmoteándose mutuamente acuerdan, en voz baja —no fuera a haber algún
representante de las comisiones de alcohol por ahí cerca—, ir a beber por ahí un
trago de aguardiente. Según han sido dateados en la mañana por los obreros de
la Confederación Perú-boliviana, hay un expendio de bebidas alcohólicas cerca de
donde van caminando ahora mismo que está vendiendo trago para callado.
Domingo Domínguez, como para descargar un tanto su conciencia, dice a
modo de disculpa que él cree que con tomarse unos cuantos traguitos no le hacen
ningún daño al movimiento, pues ellos son tipos que saben beber.
—Aunque bebemos como cosacos —dice sacando pecho— no somos
ningunos borrachos abrazafaroles.
El carretero José Pintor, por su parte, se disculpa con el subterfugio de que
un ácrata que se respete como tal, debe a lo menos violar una regla, y que en este
caso la regla más sana de romper es ésta.
Mientras Olegario Santana fuma en silencio, Idilio Montano, que para
sorpresa de todos es el más entusiasmado con la idea, dice que ya basta de
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