Page 73 - Santa María de las Flores Negras
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reserva si ello fuese necesario, como también para hacer uso del contingente de
reservistas del acuartelamiento pasado. El diario señalaba además que el
Intendente traía amplias atribuciones del Gobierno para solucionar los asuntos de
la huelga salitrera lo más pronto posible. Concluía el periódico diciendo que había
mucha fe en la opinión pública en cuanto a que el Intendente titular obtendría
buenos resultados en su cometido.
Después de leer estas noticias, los amigos se enfrascan en pequeñas notas
aparecidas en las páginas interiores en donde se daban algunos pormenores de la
huelga. En todas ellas se aplaudía el patriotismo y actitud respetuosa adoptada
por los huelguistas para conseguir el mejoramiento de sus salarios. Y se
comentaba que mucha gente importante confiaba en que el conflicto se arreglaría
más temprano que tarde, justamente por ese espíritu de absoluta tranquilidad y
justicia que dominaba entre los manifestantes. Domingo Domínguez, que ha sido
el que ha comprado el diario, lee en voz alta un titular que dice: «Noble y digna
actitud de los huelguistas». Y tras carraspear teatralmente continúa con voz
engolada: «Sigue captando simpatía la huelga de los operarios de la pampa que
desde el domingo en la mañana, en número de más de seis mil, son nuestros
huéspedes. Plácenos dejar constancia en estas líneas de la respetuosa y digna
actitud que hasta la fecha han observado los huelguistas, actitud que los honra
altamente y que prestigian la causa que sostienen».
—¡Chúpate ésa! —exclama el barretero al terminar de leer.
Otra noticia, en forma de pequeño comunicado, confirma lo que ellos ya
sabían desde la mañana: que los industriales salitreros habían acordado cambiar
a la par todas las fichas que los trabajadores tuvieran en su poder. A tal efecto,
habían puesto a disposición de la Intendencia la suma de diez mil pesos para
efectuar el cambio. «Esta medida», dice el diario, «ha venido a salvar en parte la
difícil situación de muchos de los huelguistas que no hallaban qué hacer con tales
fichas».
—Menos mal que a estos tiñosos se les ablandó algo el corazón —dice el
carretero José Pintor.
En un tonito fatídico, Olegario Santana sentencia que eso de que los
gringos hayan accedido a cambiar las fichas, y todavía a la par, sin aplicar la
abusiva tasa de descuento del treinta por ciento como lo hacían generalmente en
la pampa, no le huele nadita de bien.
—Ya, pues, jote de mala sombra —le dice semiserio Domingo
Domínguez—, déjate de agorerías.
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