Page 22 - Santa María de las Flores Negras
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—Aunque lleguemos a la rastra y medio muertos de sed, yo y mis hijos
bajaremos a Iquique —dice Gregoria Becerra.
Olegario Santana, que se siente cada vez más admirado del temple de
aquella matrona, farfulla como para sí, desde el ángulo más lejano de la mesa,
que no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir.
—Así le veamos la cara al Malo, nosotros vamos a marchar de todas
maneras —remata decidida la mujer.
Al final de la noche, ganados por la tenacidad irresistible de Gregoria
Becerra, todos se han puesto de acuerdo en integrarse a la columna y marchar
hacia Iquique. La dueña de casa, que no tiene nada que ver con la huelga, les
desea toda la buenaventura del mundo. Y Liria María, que, según su madre,
comúnmente es una muchacha retraída y silenciosa, exclama entusiasmada que
ojalá se quedaran en el puerto por lo menos hasta el martes, pues en el periódico
El Tarapacá había leído que ese día era el estreno en Iquique de un circo llamado
Zobarán. Según decía el diario, junto a varios artistas contratados en el sur del
país, presentarían a unos monitos sabios y a siete perros boxeadores, además de
otros tantos animales amaestrados.
—¿Qué otros animales? —pregunta su hermano.
—No lo sé, eso no más decía el periódico.
—A lo mejor son elefantes traídos directamente de la India y leones
cazados en la mismísima selva africana —dice sonriendo Domingo Domínguez.
—Aunque así no fuera, señor —dice Liria María ruborizada—, lo lindo es
que por primera vez mi hermano y yo podremos ver un circo.
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