Page 18 - Santa María de las Flores Negras
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abundancia de poesía que llegaba a la redacción, que el propio diario, como
ustedes deben saberlo, se vio en la necesidad de escribir un editorial en donde se
pedía a los mineros que por favor frenaran un poco sus impulsos líricos, pues la
imprenta estaba recibiendo demasiados productos de ingenio agreste, en donde, a
decir verdad, la mayoría de los versos parecían tirados de las mechas. A cambio
se les pedía que enviaran noticias de la pampa y, por supuesto, sus
reclamaciones laborales y sus quejas sociales. Siempre y cuando, claro, todas
esas querellas fueran debidamente justificadas.
En el momento en que el hombrón de los mostachos gigantes toma aire
para seguir hablando de cosas que ellos «debían saber», y el poeta ciego, con sus
cuencas vacías bañadas en lágrimas, declama con voz doliente «Soy el obrero
pampino I por el burgués explotado; I soy el paria abandonado I que lucha por su
destino; / soy el que labró el camino I de su propio deshonor / regando con su
sudor / estas pampas desoladas; / soy la flor negra y callada / que crece con su
dolor...», un joven de San Lorenzo, bien vestido y recién peinado, se acerca y
saluda efusivamente a Domingo Domínguez.
—Este es Lucas Gómez —le dice el barretero a Olegario Santana,
presentándoselo con gran pompa.
Y en tono socarrón, agrega:
—Él también es artista de la Filarmónica.
El joven, tras extenderle la mano a Olegario Santana, les dice que lo de la
subida del Intendente al pueblo no ha sido más que una patraña, y que la gente
anda pregonando enfervorizada que lo mejor era bajar a Iquique; que de ahora en
adelante no había que aguantar que nadie se viniera a reír de los pampinos.
Después les pregunta si tienen donde dormir, porque si no, los invita a
quedarse en el local de la escuela, donde vive su madre.
—Ella es la preceptora del pueblo —dice.
Los hombres le agradecen el gesto, pero que no se moleste por ellos; la
noche no está muy helada y han decidido dormir en alguno de los carros de carga.
Después, cuando el joven se retira, Domingo Domínguez le aclara a Olegario
Santana que en verdad el nombre del muchacho no es Lucas Gómez.
—Se llama Elias Lafertte —dice. Y le explica que él lo llama así desde que
lo vio hacer el papel principal en la obra cómica Don Lucas Gómez que el Cuadro
Artístico de San Lorenzo había estrenado sólo unos días atrás.
—Pero como usted, compadre Olegario —le espeta semiserio el
barretero—, no frecuenta mucho los salones de la Filarmónica, no tiene idea de lo
que ocurre en el mundo del arte.
Mientras tanto, en su recorrido por el pueblo buscando que en algún
despacho les vendieran algo «para apaciguar la lombriz», el carretero y el
herramentero se encuentran a bocajarro con una señora que había sido vecina de
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