Page 129 - Santa María de las Flores Negras
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Conseguido el primer objetivo, hizo emplazar las ametralladoras a treinta metros
del frontis de la escuela. «A esas alturas —escribió en su informe—, ya tenía
estudiado el campo de acción y determinada la estrategia a seguir». Acto seguido,
comisionó al coronel Sinforoso Ledesma para que se acercara al Comité que
presidía el movimiento y le comunicara la orden estampada en el decreto
gubernamental. El coronel avanzó en su cabalgadura hacia el frontis de la escuela
y la masa de huelguistas situada ante la puerta le abrió camino sin ningún
impedimento. A medida que adelantaba, algunos hombres gruñían consignas
obreras y otros daban gritos de vivas a Chile, pero la mayoría sólo lo miraba
avanzar en silencio. Al llegar cerca de donde se hallaba apostado el Comité
Central, comunicó la orden de evacuar el local en el acto y dirigirse al Club Hípico.
Los integrantes del Comité, tras un rápido conciliábulo con la gente más cercana
—en que se acordó no dejar la escuela, pues en el hipódromo quedaríamos
expuestos a cualquier tipo de ataque, incluso ser bombardeados desde los buques
de guerra— respondieron al coronel diciendo que la actitud de la gente era
tranquila, que no había ni habría violencia de nuestra parte, pero que no nos
moveríamos de allí mientras nuestras peticiones no fueran resueltas.
Volvió entonces el coronel a cruzar de vuelta por entre nosotros para
informar del resultado de su misión. «El comité se niega a cumplir la orden, mi
general», le oyeron decir marcialmente los que estaban por ahí cerca. Entonces,
para intimidarnos —porque hasta ese momento los huelguistas pensábamos que
todo eso no era sino una faramalla de intimidación—, el general hizo avanzar las
dos ametralladoras y ordenó colocarlas frente a la escuela, con puntería fija hacia
la azotea en donde estaban reunidos los dirigentes. Luego hizo colocar un piquete
del regimiento O'Higgins a la izquierda de las ametralladoras, con la intención de
hacer fuego oblicuo hacia donde estaban los integrantes del Comité. Mientras se
tomaban estas nuevas disposiciones, dos capitanes de navío se ofrecieron a
parlamentar con los huelguistas. Ambos se dirigieron entonces a la multitud que
cerraba la puerta de la escuela para hacernos ver las consecuencias de nuestra
obstinación.
Mientras se producen estas conferencias, Domingo Domínguez, que en el
tumulto se ha ido apartando de sus amigos, se acerca imprudentemente al lugar
en donde están los marineros del «Esmeralda». Allí, plantado a unos pasos de
ellos, acompañado por algunos operarios de San Lorenzo, comienza a arengarlos
diciéndoles que los marinos de Chile no deben empañar sus glorias adquiridas
frente a enemigos poderosos, matando ahora a compatriotas indefensos
«¿Queréis que el pueblo no pueda ya invocar el glorioso 21 de mayo sin recordar
al mismo tiempo un cobarde 21 de diciembre?», les enrostra enfebrecido,
olvidándose por entero de sus poses histriónicas.
Eran las dos y cuarenta minutos de la tarde cuando el general, al ver
fracasados los intentos de sus colaboradores, decidió ir él mismo a parlamentar
con el enemigo. Acompañado de su corneta, se dirigió a trote lento hacia el frontis
de la escuela. Al pasar por entre la muchedumbre, su actitud era altiva y
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