Page 75 - Fahrenheit 451
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que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro   falta -dijo Beatty,  guardándose la pipa en un  bolsillo
 mundo feliz, tal como está ahora organizado.   con expresión pensativa.
 Beatty estrechó la fláccida mano de Montag. Este per­  «Nunca volveré a comparecer por allí», pensó Mon­
 manecía sentado, como si la casa se derrumbara a su alre­  tag.
 dedor y él no pudiera moverse. Mildred había desapare­  -Bueno, que te alivies -dijo Beatty.
 cido en el umbral.   Dio la vuelta y se marchó.
 -Una cosa más -dijo Beatty-.  Por lo menos, una
 vez  en su  carrera  siente  esa  comenzón.  Empieza  a  pre­
 guntarse  qué dicen los  libros.  Oh,  hay  que  aplacar  esa   Montag vigiló por la  ventana la  partida de Beatty en
 comezón,  ¿eh? Bueno,  Montag, puedes creerme,  he te­  su vehículo de brillante color amarillo  anaranjado,  con
 nido que leer  algunos libros en mi juventud,  para saber   los neumáticos negros como el carbón.
 de qué  trataban.  Y los libros no dicen nada.  Nada que   Al otro lado de la calle,  hacia abajo,  las casas se er­
 pueda  ensei'íarse  o  creerse.  Hablan  de  gente  que  no   guían con sus lisas fachadas.  ¿ Qué había dicho Clarisse,
 existe,  de entes  imaginarios,  si  se trata de novelas.  Y  si   una tarde?  «Nada de porches delanteros. Mi tío dice que
 no lo son,  aún peor: un profesor que llama idiota a otro,   antes solía haberlos. Y la gente, a veces, se sentaba por las
 un filósofo que critica al de más allá. Y todos arman ja­  noches en ellos, charlando cuando así lo deseaba, mecién­
 leo,  apagan las estrellas y  extinguen  el  sol.  Uno acaba   dose,  y  guardando  silencio  cuando  no quería  hablar.
 por perderse.   Otras veces, permanecían allí sentados, meditando sobre
 -Bueno, entonces, ¿qué ocurre si un bombero, acci­  las cosas. Mi tío dice que los arquitectos prescindieron de
 dentalmente, sin pro.ponérselo en realidad, se lleva un li­  los porches frontales porque estéticamente no resultaban.
 bro a su casa?   Pero mi tío asegura que éste fue sólo un pretexto. El ver­
 Montag se crispó.  La puerta abierta le miraba con su   dadero motivo, el motivo oculto, pudiera ser que no que­
 enorme o¡o vacío.   rían  que  la gente se sentara de  esta manera,  sin  hacer
 -Un error lógico. Pura curiosidad-replicó Beatty-.  nada, meciéndose y hablando. Éste era el aspecto malo de
 No nos preocupamos ni enojarnos en exceso.  Dejamos   la vida social. La gente hablaba demasiado. Y tenía tiempo
 que  el bombero guarde el libro veinticuatro  horas.  Si   para pensar. Entonces, eliminaron los porches.Y también
 para  entonces no lo ha hecho él,  llegarnos  nosotros y  lo   los jardines. Ya no más jardines donde poder acomodarse.
 quemamos.   Y fíjese en el mobiliario. Ya no hay mecedoras.  Resultan
 -Claro.  demasiado cómodas.  Lo que conviene es que la gente se
 La boca de Montag estaba reseca.  levante y ande por ahí. Mi tío dice ... Y mi tío ... Y mi tío ... »
 -Bueno,  Montag. ¿ Quieres coger hoy  otro  turno?  La voz de ella fue apagándose.
 ¿ Te veremos esta noche?
 -No lo sé -dijo Montag.
 -¿Qué?      Montag se volvió y miró a su esposa, quien sentada en
 Beatty se mostró levemente sorprendido.  medio  de la  sala  de  estar,  hablaba  a  un  presentador,
 Montag cerró los ojos.  quien, a su vez, le hablaba a ella.
 -Más tarde iré. Quizá.  -Mrs. Mo.ntag -decía él.  Esto, aquello y lo de más
 -Desde luego, si no te presentaras,  te  echaríamos en  allá-. Mrs. Montag ...

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