Page 74 - Fahrenheit 451
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que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro            falta -dijo Beatty,  guardándose la pipa en un  bolsillo
           mundo feliz, tal como está ahora organizado.                        con expresión pensativa.
              Beatty estrechó la fláccida mano de Montag. Este per­               «Nunca volveré a comparecer por allí», pensó Mon­
           manecía sentado, como si la casa se derrumbara a su alre­           tag.
           dedor y él no pudiera moverse. Mildred había desapare­                 -Bueno, que te alivies -dijo Beatty.
           cido en el umbral.                                                     Dio la vuelta y se marchó.
              -Una cosa más -dijo Beatty-.  Por lo menos, una
           vez  en su  carrera  siente  esa  comenzón.  Empieza  a  pre­
           guntarse  qué dicen los  libros.  Oh,  hay  que  aplacar  esa          Montag vigiló por la  ventana la  partida de Beatty en
           comezón,  ¿eh? Bueno,  Montag, puedes creerme,  he te­              su vehículo de brillante color amarillo  anaranjado,  con
           nido que leer  algunos libros en mi juventud,  para saber           los neumáticos negros como el carbón.
           de qué  trataban.  Y los libros no dicen nada.  Nada que               Al otro lado de la calle,  hacia abajo,  las casas se er­
           pueda  ensei'íarse  o  creerse.  Hablan  de  gente  que  no         guían con sus lisas fachadas.  ¿ Qué había dicho Clarisse,
           existe,  de entes  imaginarios,  si  se trata de novelas.  Y  si    una tarde?  «Nada de porches delanteros. Mi tío dice que
           no lo son,  aún peor: un profesor que llama idiota a otro,          antes solía haberlos. Y la gente, a veces, se sentaba por las
           un filósofo que critica al de más allá. Y todos arman ja­           noches en ellos, charlando cuando así lo deseaba, mecién­
           leo,  apagan las estrellas y  extinguen  el  sol.  Uno acaba        dose,  y  guardando  silencio  cuando  no quería  hablar.
           por perderse.                                                       Otras veces, permanecían allí sentados, meditando sobre
              -Bueno, entonces, ¿qué ocurre si un bombero, acci­               las cosas. Mi tío dice que los arquitectos prescindieron de
           dentalmente, sin pro.ponérselo en realidad, se lleva un li­         los porches frontales porque estéticamente no resultaban.
           bro a su casa?                                                      Pero mi tío asegura que éste fue sólo un pretexto. El ver­
              Montag se crispó.  La puerta abierta le miraba con su            dadero motivo, el motivo oculto, pudiera ser que no que­
           enorme o¡o vacío.                                                   rían  que  la gente se sentara de  esta manera,  sin  hacer
              -Un error lógico. Pura curiosidad-replicó Beatty-.               nada, meciéndose y hablando. Éste era el aspecto malo de
           No nos preocupamos ni enojarnos en exceso.  Dejamos                 la vida social. La gente hablaba demasiado. Y tenía tiempo
           que  el bombero guarde el libro veinticuatro  horas.  Si            para pensar. Entonces, eliminaron los porches.Y también
           para  entonces no lo ha hecho él,  llegarnos  nosotros y  lo        los jardines. Ya no más jardines donde poder acomodarse.
           quemamos.                                                           Y fíjese en el mobiliario. Ya no hay mecedoras.  Resultan
              -Claro.                                                          demasiado cómodas.  Lo que conviene es que la gente se
              La boca de Montag estaba reseca.                                 levante y ande por ahí. Mi tío dice ... Y mi tío ... Y mi tío ... »
              -Bueno,  Montag. ¿ Quieres coger hoy  otro  turno?                  La voz de ella fue apagándose.
           ¿ Te veremos esta noche?
              -No lo sé -dijo Montag.
              -¿Qué?                                                              Montag se volvió y miró a su esposa, quien sentada en
              Beatty se mostró levemente sorprendido.                          medio  de la  sala  de  estar,  hablaba  a  un  presentador,
              Montag cerró los ojos.                                           quien, a su vez, le hablaba a ella.
              -Más tarde iré. Quizá.                                              -Mrs. Mo.ntag -decía él.  Esto, aquello y lo de más
              -Desde luego, si no te presentaras,  te  echaríamos en           allá-. Mrs. Montag ...

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