Page 69 - Fahrenheit 451
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bre ya no dispone de todo ese tiempo para pensar mien­  -Más deportes para todos, espíritu de  grupo,  diver­
 tras se viste, una hora filosófica y, por lo tanto, una hora   sión, y no hay necesidad de pensar,  ¿eh?  Organiza y su­
 de melancolía.   perorganiza superdeporte.  Más chistes en los libros. M.í.s
 -A ver -dijo Mildred.  ilustraciones.  La  mente absorbe menos y menos.  Impa­
 -Márchate -replicó Montag.  ciencia.  Autopistas llenas de  multitudes que van a algún
 -La vida se convierte en una gran carrera, Montag.  sitio, a algún sitio, a algún sitio, a ningún sitio. El refugio
 Todo se hace aprisa, de cualquier modo.   de la gasolina.  Las ciudades se convierten en moteles, la
 -De cualquier modo -repitió Mildred, tirando de la  gente siente impulsos nómadas y va de un sitio para otro,
 almohada.   siguiendo las mareas, viviendo una noche en la habitación
 -¡Por amor de Dios, déjame tranquilo! -gritó Mon­  donde otro ha dormido durante el día y el de nüs allá la
 tag, apasionadamente.   noche anterior.
 A Beatty se le dilataron los ojos.   Mildred salió de la habitación y cerró de un portazo.
 La mano de Mildred se había inmovilizado detrás de   Las  «tías»  de la sala de estar  empezaron  a reírse de  los
 la almohada. Sus dedos  seguían la silueta del libro y a   «tíos» de la sala de estar.
 medida que la forma le iba siendo familiar, su rostro apa­  -Ahora, consideremos las minorías en nuestra civili­
 reció  sorprendido y, después,  atónito. Su  boca se abrió   zación. Cuanto mayor es la población, más rninorfas hay.
 para hacer una pregunta  ...   No hay que meterse con los  aficionados a los perros, a
 -Vaciar los teatros excepto para que actúen payasos,  los gatos, con los médicos, abogados, comerciantes, coci­
 e instalar en las habitaciones paredes de vidrio y bonitos   neros, mormones, bautistas, unitarios, chinos de segunda
 colores que suben y bajan, como confeti, sangre, jerez o   generación,  suecos, italianos,  alemanes,  tejanos,  irlande­
 sauterne. Te gusta la pelota base, ¿verdad, Montag?   ses, gente de Oregón o de México.  En este libro, en esta
 -La pelota base es un juego estupendo.  obra, en este serial de Televisión la gente no quiere repre­
 Ahora Beatty era casi invisible, sólo una voz en algún  sentar a ningún pintor cartógrafo o mecánico que exista
 punto, detrás de una cortina de humo.   en la realidad. Cuanto mayor es el mercado, Montag, me­
 -¿  Qué es esto? -preguntó Mildred, casi con alegría.  nos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto.
 Montag se echó hacia atrás y cayó sobre los brazos de   Todas las  minorías  menores  con sus ombligos  que hay
 ella-. ¿Qué hay aquí?   que mantener limpios.  Los  autores,  llenos de malignos
 -¡Siéntate!  -gritó  Montag.  Ella se  apartó  de  un   pensamientos, aporrean las máquinas de escribir. Eso hi­
 salto, con las manos vacías-. ¡Estamos hablando!   cieron.  Las revistas se convirtieron en una masa insulsa y
 Beatty prosiguió como si nada hubiese ocurrido.   amorfa. Los libros según dijeron los críticos esnobs, eran
 -Te gustan los bolos, ¿  verdad, Montag?  como agua sucia. No es extraño que los libros dejaran de
 -Los bolos, sí.  venderse, decían los críticos. Pero el público, que sabía lo
 -¿Y el golf?  que quería, permitió la supervivencia de los libros de his­
 -El golf es un juego magnífico.  torietas. Y de las revistas eróticas tridimensionales, claro
 -¿Baloncesto?  está. Ahí tienes, Montag. No era una imposición del Go­
 -Un juego magnífico.  bierno.  No hubo ningún dictado, ni declaración, ni cen­
 -¿Billar? ¿Fútbol?  sura,  no.  La tecnología, la explotación de las masas  y  b
 -Todos son excelentes.  presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gra-

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