Page 93 - 1984
P. 93

contó la pequeña ceremonia frígida que Katharine le había obligado a celebrar

               la misma noche cada semana—. Le repugnaba, pero por nada del mundo lo
               habría dejado de hacer. No te puedes figurar cómo le llamaba a aquello.

                   —«Nuestro deber para con el Partido» —dijo Julia inmediatamente—.

                   —¿Cómo lo sabías?

                   —Querido, también yo he estado en la escuela. A las mayores de dieciséis
               años les dan conferencias sobre temas sexuales una vez al mes. Y luego, en el

               Movimiento juvenil, no dejan de grabarle a una esas estupideces en la cabeza.
               En  muchísimos  casos  da  resultado.  Claro  que  nunca  se  tiene  la  seguridad
               porque la gente es tan hipócrita...

                   Y  Julia  se  extendió  sobre  este  asunto.  Ella  lo  refería  todo  a  su  propia
               sexualidad. A diferencia de Winston, entendía perfectamente lo que el Partido
               se proponía con su puritanismo sexual. Lo más importante era que la represión
               sexual conducía a la histeria, lo cual era deseable ya que se podía transformar

               en una fiebre guerrera y en adoración del líder. Ella lo explicaba así «Cuando
               haces el amor gastas energías y después te sientes feliz y no te importa nada.
               No pueden soportarlo que te sientas así. Quieren que estés a punto de estallar
               de energía todo el tiempo. Todas estas marchas arriba y abajo vitoreando y
               agitando  banderas  no  es  más  que  sexo  agriado.  Si  eres  feliz  dentro  de  ti

               mismo, ¿por qué te ibas a excitar por el Gran Hermano y el Plan Trienal y los
               Dos Minutos de Odio y todo el resto de su porquería?». Esto era cierto, pensó
               él. Había una conexión directa entre la castidad y la ortodoxia política. ¿Cómo
               iban a mantenerse vivos el miedo, y el odio y la insensata incredulidad que el
               Partido  necesitaba  si  no  se  embotellaba  algún  instinto  poderoso  para  usarlo
               después como combustible? El instinto sexual era peligroso para el Partido y
               éste lo había utilizado en provecho propio. Habían hecho algo parecido con el

               instinto familiar. La familia no podía ser abolida; es más, se animaba a la gente
               a que amase a sus hijos casi al estilo antiguo. Pero, por otra parte, los hijos
               eran  enfrentados  sistemáticamente  contra  sus  padres  y  se  les  enseñaba  a
               espiarlos  y  a  denunciar  sus  desviaciones.  La  familia  se  había  convertido  en
               una ampliación de la Policía del Pensamiento. Era un recurso por medio del
               cual todos se hallaban rodeados noche y día por delatores que les conocían

               íntimamente.

                   De  pronto  se  puso  a  pensar  otra  vez  en  Katharine.  Ésta  lo  habría
               denunciado a la P. del P. con toda seguridad si no hubiera sido demasiado tonta
               para descubrir lo herético de sus opiniones. Pero lo que se la hacía recordar en
               este momento era el agobiante calor de la tarde, que le hacía sudar. Empezó a
               contarle a Julia algo que había ocurrido, o mejor dicho, que había dejado de

               ocurrir en otra tarde tan calurosa como aquélla, once años antes. Katharine y
               Winston se habían extraviado durante una de aquellas excursiones colectivas
   88   89   90   91   92   93   94   95   96   97   98