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utilizar las alas.
En otro rincón había una pequeña librería. Winston se apresuró a
examinarla. No había ningún libro interesante en ella. La caza y destrucción de
libros se había realizado de un modo tan completo en los barrios proles como
en las casas del Partido y en todas partes. Era casi imposible que existiera en
toda Oceanía un ejemplar de un libro impreso antes de 1960. El vendedor, sin
dejar la lámpara, se había detenido ante un cuadrito enmarcado en palo rosa,
colgado al otro lado de la chimenea, frente a la cama.
—Si le interesan a usted los grabados antiguos... —propuso delicadamente.
Winston se acercó para examinar el cuadro. Era un grabado en acero de un
edificio ovalado con ventanas rectangulares y una pequeña torre en la fachada.
En torno al edificio corría una verja y al fondo se veía una estatua. Winston la
contempló unos momentos. Le parecía algo familiar, pero no podía recordar la
estatua.
—El marco está clavado en la pared —dijo el otro—, pero podría
destornillarlo si usted lo quiere.
—Conozco ese edificio —dijo Winston por fin—. Está ahora en ruinas,
cerca del Palacio de justicia.
—Exactamente. Fue bombardeado hace muchos años. En tiempos fue una
iglesia. Creo que la llamaban San Clemente. —Sonrió como disculpándose por
haber dicho algo ridículo y añadió—: «Naranjas y limones, dicen las
campanas de San Clemente».
—¿Cómo? —dijo Winston.
—Es de unos versos que yo sabía de pequeño. Empezaban: «Naranjas y
limones, dicen las campanas de San Clemente». Ya no recuerdo cómo sigue.
Pero sí me acuerdo de la terminación: «Aquí tienes una vela para alumbrarte
cuando te vayas a acostar. Aquí tienes un hacha para cortarte la cabeza». Era
una especie de danza. Unos tendían los brazos y otros pasaban por debajo y
cuando llegaban a aquello de «He aquí el hacha para cortarte la cabeza»,
bajaban los brazos y le cogían a uno. La canción estaba formada por los
nombres de varias iglesias, de todas las principales que había en Londres.
Winston se preguntó a qué siglo pertenecerían las iglesias. Siempre era
difícil determinar la edad de un edificio de Londres. Cualquier construcción de
gran tamaño e impresionante aspecto, con tal de que no se estuviera
derrumbando de puro vieja, se decía automáticamente que había sido
construida después de la Revolución, mientras que todo lo anterior se adscribía
a un oscuro período llamado la Edad Media. Los siglos de capitalismo no
habían producido nada de valor. Era imposible aprender historia a través de los