Page 69 - 1984
P. 69

utilizar las alas.

                   En  otro  rincón  había  una  pequeña  librería.  Winston  se  apresuró  a
               examinarla. No había ningún libro interesante en ella. La caza y destrucción de
               libros se había realizado de un modo tan completo en los barrios proles como
               en las casas del Partido y en todas partes. Era casi imposible que existiera en
               toda Oceanía un ejemplar de un libro impreso antes de 1960. El vendedor, sin
               dejar la lámpara, se había detenido ante un cuadrito enmarcado en palo rosa,

               colgado al otro lado de la chimenea, frente a la cama.

                   —Si le interesan a usted los grabados antiguos... —propuso delicadamente.

                   Winston se acercó para examinar el cuadro. Era un grabado en acero de un
               edificio ovalado con ventanas rectangulares y una pequeña torre en la fachada.
               En torno al edificio corría una verja y al fondo se veía una estatua. Winston la
               contempló unos momentos. Le parecía algo familiar, pero no podía recordar la

               estatua.

                   —El  marco  está  clavado  en  la  pared  —dijo  el  otro—,  pero  podría
               destornillarlo si usted lo quiere.

                   —Conozco  ese  edificio  —dijo  Winston  por  fin—.  Está  ahora  en  ruinas,
               cerca del Palacio de justicia.

                   —Exactamente. Fue bombardeado hace muchos años. En tiempos fue una
               iglesia. Creo que la llamaban San Clemente. —Sonrió como disculpándose por

               haber  dicho  algo  ridículo  y  añadió—:  «Naranjas  y  limones,  dicen  las
               campanas de San Clemente».

                   —¿Cómo? —dijo Winston.

                   —Es de unos versos que yo sabía de pequeño. Empezaban: «Naranjas y
               limones, dicen las campanas de San Clemente». Ya no recuerdo cómo sigue.
               Pero sí me acuerdo de la terminación: «Aquí tienes una vela para alumbrarte
               cuando te vayas a acostar. Aquí tienes un hacha para cortarte la cabeza». Era

               una especie de danza. Unos tendían los brazos y otros pasaban por debajo y
               cuando  llegaban  a  aquello  de  «He  aquí  el  hacha  para  cortarte  la  cabeza»,
               bajaban  los  brazos  y  le  cogían  a  uno.  La  canción  estaba  formada  por  los
               nombres de varias iglesias, de todas las principales que había en Londres.

                   Winston  se  preguntó  a  qué  siglo  pertenecerían  las  iglesias.  Siempre  era
               difícil determinar la edad de un edificio de Londres. Cualquier construcción de
               gran  tamaño  e  impresionante  aspecto,  con  tal  de  que  no  se  estuviera

               derrumbando  de  puro  vieja,  se  decía  automáticamente  que  había  sido
               construida después de la Revolución, mientras que todo lo anterior se adscribía
               a  un  oscuro  período  llamado  la  Edad  Media.  Los  siglos  de  capitalismo  no
               habían producido nada de valor. Era imposible aprender historia a través de los
   64   65   66   67   68   69   70   71   72   73   74