Page 200 - 1984
P. 200

cera y los guardias de negros uniformes.

                   —Levántate —dijo O'Brien—. Ven aquí.

                   Winston se acercó a él. O'Brien lo cogió por los hombros con sus enormes
               manazas y lo miró fijamente:

                   —Has pensado engañarme —le dijo—. Ha sido una tontería por tu parte.
               Ponte más derecho y mírame a la cara. Después de unos minutos de silencio,
               prosiguió en tono más suave:


                   —Estás  mejorando.  Intelectualmente  estás  ya  casi  bien  del  todo.  Sólo
               fallas en lo emocional. Dime, Winston, y recuerda que no puedes mentirme;
               sabes  muy  bien  que  descubro  todas  tus  mentiras.  Dime:  ¿cuáles  son  los
               verdaderos sentimientos que te inspira el Gran Hermano?

                   —Lo odio.

                   —¿Lo odias? Bien. Entonces ha llegado el momento de aplicarte el último
               medio. Tienes que amar al Gran Hermano. No basta que le obedezcas; tienes

               que amarlo.

                   Empujó delicadamente a Winston hacia los guardias.

                   —Habitación 101 —dijo.






                                                    CAPÍTULO V



                   En cada etapa de su encarcelamiento había sabido Winston —o creyó saber
               —  hacia  dónde  se  hallaba,  aproximadamente,  en  el  enorme  edificio  sin

               ventanas.  Probablemente,  había  pequeñas  diferencias  en  la  presión  del  aire.
               Las  celdas  donde  los  guardias  lo  habían  golpeado  estaban  bajo  el  nivel  del
               suelo.  La  habitación  donde  O'Brien  lo  había  interrogado  estaba  cerca  del
               techo.  Este  lugar  de  ahora  estaba  a  muchos  metros  bajo  tierra.  Lo  más
               profundo a que se podía llegar.

                   Era mayor que casi todas las celdas donde había estado. Pero Winston no
               se fijó más que en dos mesitas ante él, cada una de ellas cubierta con gamuza

               verde. Una de ellas estaba sólo a un metro o dos de él y la otra más lejos, cerca
               de la puerta. Winston había sido atado a una silla tan fuerte que no se podía
               mover en absoluto, ni siquiera podía mover la cabeza que le tenía sujeta por
               detrás una especie de almohadilla obligándole a mirar de frente.

                   Se quedó sólo un momento. Luego se abrió la puerta y entró O'Brien.


                   —Me preguntaste una vez qué había en la habitación 101. Te dije que ya lo
   195   196   197   198   199   200   201   202   203   204   205