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emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si
               quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando
               un rostro humano... incesantemente.

                   Se calló, como si esperase a que Winston le hablara. Pero éste se encogía
               más  aún.  No  se  le  ocurría  nada.  Parecía  helársele  el  corazón.  O'Brien
               prosiguió:


                   —Recuerda que es para siempre. Siempre estará ahí la cara que ha de ser
               pisoteada. El hereje, el enemigo de la sociedad, estarán siempre a mano para
               que puedan ser derrotados y humillados una y otra vez. Todo lo que tú has
               sufrido desde que estás en nuestras manos, todo eso continuará sin cesar. El
               espionaje,  las  traiciones,  las  detenciones,  las  torturas,  las  ejecuciones  y  las
               desapariciones se producirán continuamente. Será un mundo de terror a la vez
               que un mundo triunfal. Mientras más poderoso sea el Partido, menos tolerante
               será. A una oposición más débil corresponderá un despotismo más implacable.

               Goldstein  y  sus  herejías  vivirán  siempre.  Cada  día,  a  cada  momento,  serán
               derrotados,  desacreditados,  ridiculizados,  les  escupiremos  encima,  y,  sin
               embargo,  sobrevivirán  siempre.  Este  drama  que  yo  he  representado  contigo
               durante siete años volverá a ponerse en escena una y otra vez, generación tras
               generación,  cada  vez  en  forma  más  sutil.  Siempre  tendremos  al  hereje  a

               nuestro  albedrío,  chillando  de  dolor,  destrozado,  despreciable  y,  al  final,
               totalmente arrepentido, salvado de sus errores y arrastrándose a nuestros pies
               por su propia voluntad. Ese es el mundo que estamos preparando, Winston. Un
               mundo de victoria tras victoria, de triunfos sin fin, una presión constante sobre
               el  nervio  del  poder.  Ya  veo  que  empiezas  a  darte  cuenta  de  cómo  será  ese
               mundo.  Pero  acabarás  haciendo  más  que  comprenderlo.  Lo  aceptarás,  lo
               acogerás encantado, te convertirás en parte de él.


                   Winston había recobrado suficiente energía para hablar:

                   —¡No podréis conseguirlo! —dijo débilmente.

                   —¿Qué has querido decir con esas palabras, Winston?

                   —No podréis crear un mundo como el que has descrito. Eso es un sueño,
               un imposible.

                   —¿Por qué?

                   —Es  imposible  fundar  una  civilización  sobre  el  miedo,  el  odio  y  la

               crueldad. No perduraría.

                   —¿Por qué no?

                   —No tendría vitalidad. Se desintegraría, se suicidaría.

                   —No seas tonto. Estás bajo la impresión de que el odio es más agotador
               que el amor. ¿Por qué va a serlo? Y si lo fuera, ¿qué diferencia habría? Supón
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