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ellos. Que la Humanidad sólo podía escoger entre la libertad y la felicidad, y

               para la gran masa de la Humanidad era preferible la felicidad. Que el Partido
               era el eterno guardián de los débiles, una secta dedicada a hacer el mal para
               lograr el bien sacrificando su propia felicidad a la de los demás. Lo terrible,
               pensó Winston, lo verdaderamente terrible era que cuando O'Brien le dijera
               esto, se lo estaría creyendo. No había más que verle la cara. O'Brien lo sabía

               todo. Sabía mil veces mejor que Winston cómo era en realidad el mundo, en
               qué  degradación  vivía  la  masa  humana  y  por  medio  de  qué  mentiras  y
               atrocidades la dominaba el Partido. Lo había entendido y pesado todo y, sin
               embargo,  no  importaba:  todo  lo  justificaba  él  por  los  fines.  ¿Qué  va  uno  a
               hacer, pensó Winston, contra un loco que es más inteligente que uno, que le
               oye a uno pacientemente y que sin embargo persiste en su locura?


                   —Nos gobernáis por nuestro propio bien —dijo débilmente—. Creéis que
               los seres humanos no están capacitados para gobernarse, y en vista de ello...

                   Estuvo a punto de gritar. Una punzada de dolor se le había clavado en el
               cuerpo. O'Brien había presionado la palanca y la aguja de la esfera marcaba
               treinta y cinco.

                   —Eso fue una estupidez, Winston; has dicho una tontería. Debías tener un
               poco más de sensatez.


                   Volvió a soltar la palanca y prosiguió:

                   —Ahora  te  diré  la  respuesta  a  mi  pregunta.  Se  trata  de  esto:  el  Partido
               quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de
               los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad
               ni  la  felicidad;  sólo  el  poder,  el  poder  puro.  Ahora  comprenderás  lo  que
               significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado
               porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se

               parecían  a  nosotros,  eran  cobardes  o  hipócritas.  Los  nazis  alemanes  y  los
               comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca
               tuvieron  el  valor  de  reconocer  sus  propios  motivos.  Pretendían,  y  quizá  lo
               creían  sinceramente,  que  se  habían  apoderado  de  los  mandos  contra  su
               voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien
               dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales.
               Nosotros  no  somos  así.  Sabemos  que  nadie  se  apodera  del  mando  con  la

               intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se
               establece  una  dictadura  para  salvaguardar  una  revolución;  se  hace  la
               revolución  para  establecer  una  dictadura.  El  objeto  de  la  persecución  no  es
               más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma
               tortura.  Y  el  objeto  del  poder  no  es  más  que  el  poder.  ¿Empiezas  a

               entenderme?

                   A  Winston  le  asombraba  el  cansancio  del  rostro  de  O'Brien.  Era  fuerte,
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