Page 147 - 1984
P. 147

más  capaces,  estaría  dispuesto  el  Partido  a  reclutar  una  generación
               completamente  nueva  de  entre  las  filas  del  proletariado.  En  los  años
               cruciales,  el  hecho  de  que  el  Partido  no  fuera  un  cuerpo  hereditario
               contribuyó  muchísimo  a  neutralizar  la  oposición.  El  socialista  de  la  vieja
               escuela, acostumbrado a luchar contra algo que se llamaba «privilegios de
               clase»,  daba  por  cierto  que  todo  lo  que  no  es  hereditario  no  puede  ser

               permanente. No comprendía que la continuidad de una oligarquía no necesita
               ser física ni se paraba a pensar que las aristocracias hereditarias han sido
               siempre de corta vida, mientras que organizaciones basadas en la adopción
               han durado centenares y miles de años. Lo esencial de la regla oligárquica no
               es la herencia de padre a hijo, sino la persistencia de una cierta manera de
               ver  el  mundo  y  de  un  cierto  modo  de  vida  impuesto  por  los  muertos  a  los
               vivos. Un grupo dirigente es tal grupo dirigente en tanto pueda nombrar a sus

               sucesores.  El  Partido  no  se  preocupa  de  perpetuar  su  sangre,  sino  de
               perpetuarse a sí mismo. No importa quién detenta el Poder con tal de que la
               estructura jerárquica sea siempre la misma.

                   Todas las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales
               que caracterizan a nuestro tiempo sirven para sostener la mística del Partido
               y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa. La

               rebelión  física  o  cualquier  movimiento  preliminar  hacia  la  rebelión  no  es
               posible  en  nuestros  días.  Nada  hay  que  temer  de  los  proletarios.  Dejados
               aparte,  continuarán,  de  generación  en  generación  y  de  siglo  en  siglo,
               trabajando, procreando y muriendo, no sólo sin sentir impulsos de rebelarse,
               sino sin la facultad de comprender que el mundo podría ser diferente de lo que
               es.  Sólo  podrían  convertirse  en  peligrosos  si  el  progreso  de  la  técnica

               industrial hiciera necesario educarles mejor; pero como la rivalidad militar y
               comercial  ha  perdido  toda  importancia,  el  nivel  de  la  educación  popular
               declina  continuamente.  Las  opiniones  que  tenga  o  no  tenga  la  masa  se
               consideran con absoluta indiferencia. A los proletarios se les puede conceder
               la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno.
               En cambio, a un miembro del Partido no se le puede tolerar ni siquiera la más
               pequeña desviación ideológica.


                   Todo  miembro  del  Partido  vive,  desde  su  nacimiento  hasta  su  muerte,
               vigilado por la Policía del Pensamiento. Incluso cuando está solo no puede
               tener  la  seguridad  de  hallarse  efectivamente  solo.  Dondequiera  que  esté,
               dormido  o  despierto,  trabajando  o  descansando,  en  el  baño  o  en  la  cama,
               puede  ser  inspeccionado  sin  previo  aviso  y  sin  que  él  sepa  que  lo
               inspeccionan.  Nada  de  lo  que  hace  es  indiferente  para  la  Policía  del

               Pensamiento. Sus amistades, sus distracciones, su conducta con su mujer y sus
               hijos, la expresión de su rostro cuando se encuentra solo, las palabras que
               murmura  durmiendo,  incluso  los  movimientos  característicos  de  su  cuerpo,
               son analizados escrupulosamente. No sólo una falta efectiva en su conducta,
   142   143   144   145   146   147   148   149   150   151   152