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propiedad privada, era evidente que pasaba a ser propiedad pública. El
Ingsoc, procedente del antiguo socialismo y que había heredado su
fraseología, realizó los principios fundamentales de ese socialismo, con el
resultado, previsto y deseado, de que la desigualdad económica se hizo
permanente.
Pero los problemas que plantea la perpetuación de una sociedad
jerarquizada son mucho más complicados. Sólo hay cuatro medios de que un
grupo dirigente sea derribado del Poder. O es vencido desde fuera, o gobierna
tan ineficazmente que las masas se le rebelan, o permite la formación de un
grupo medio que lo pueda desplazar, o pierde la confianza en sí mismo y la
voluntad de mando. Estas causas no operan sueltas, y por lo general se
presentan las cuatro combinadas en cierta medida. El factor que decide en
última instancia es la actitud mental de la propia clase gobernante.
Después de mediados del siglo XX, el primer peligro había desaparecido.
No había posibilidad de una derrota infligida por una potencia enemiga.
Cada uno de los tres superestados en que ahora se divide el mundo es
inconquistable, y sólo podría llegar a ser conquistado por lentos cambios
demográficos, que un Gobierno con amplios poderes puede evitar muy
fácilmente. El segundo peligro es sólo teórico. Las masas nunca se levantan
por su propio impulso y nunca lo harán por la sola razón de que están
oprimidas. Las crisis económicas del pasado fueron absolutamente
innecesarias y ahora no se tolera que ocurran, pero de todos modos ninguna
razón de descontento podrá tener ahora resultados políticos, ya que no hay
modo de que el descontento se articule. En cuanto al problema de la
superproducción, que ha estado latente en nuestra sociedad desde el
desarrollo del maquinismo, queda resuelto por el recurso de la guerra
continua (véase el capítulo III), que es también necesaria para mantener la
moral pública a un elevado nivel. Por tanto, desde el punto de vista de
nuestros actuales gobernantes, los únicos peligros auténticos son la aparición
de un nuevo grupo de personas muy capacitadas y ávidas de poder o el
crecimiento del espíritu liberal y del escepticismo en las propias filas
gubernamentales. O sea, todo se reduce a un problema de educación, a
moldear continuamente la mentalidad del grupo dirigente y del que se halla
inmediatamente debajo de él. En cambio, la consciencia de las masas sólo ha
de ser influida de un modo negativo.
Con este fondo se puede deducir la estructura general de la sociedad de
Oceanía. En el vértice de la pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalible
y todopoderoso. Todo triunfo, todo descubrimiento científico, toda sabiduría,
toda felicidad, toda virtud, se considera que procede directamente de su
inspiración y de su poder. Nadie ha visto nunca al Gran Hermano. Es una
cara en los carteles, una voz en la telepantalla. Podemos estar seguros de que