Page 118 - 1984
P. 118

El  corazón  de  Winston  latía  tan  fuerte  que  dudaba  de  poder  hablar.  Lo
               habían hecho; por fin lo habían hecho... Esto era lo único que Winston podía
               pensar. Había sido un acto de inmensa audacia entrar en este despacho, y una
               locura  inconcebible  venir  juntos;  aunque  realmente  habían  llegado  por
               caminos  diferentes  y  sólo  se  reunieron  a  la  puerta  de  O'Brien.  Pero  sólo  el
               hecho de traspasar aquel umbral requería un gran esfuerzo nervioso. En muy

               raras  ocasiones  se  podía  penetrar  en  las  residencias  del  Partido  Interior,  ni
               siquiera en el barrio donde tenían sus domicilios. La atmósfera del inmenso
               bloque de casas, la riqueza de amplitud de todo lo que allí había, los olores —
               tan  poco  familiares—  a  buena  comida  y  a  excelente  tabaco,  los  ascensores
               silenciosos  e  increíblemente  rápidos,  los  criados  con  chaqueta  blanca
               apresurándose de un lado a otro... todo ello era intimidante. Aunque tenía un
               buen pretexto para ir allí, temblaba a cada paso por miedo a que surgiera de

               algún rincón un guardia uniformado de negro, le pidiera sus documentos y le
               mandara salir. Sin embargo, el criado de O'Brien los había hecho entrar a los
               dos sin demora. Era un hombre sencillo, de pelo negro y chaqueta blanca con
               un rostro inexpresivo y achinado. El corredor por el que los había conducido
               estaba  muy  bien  alfombrado  y  las  paredes  cubiertas  con  papel  crema  de

               absoluta  limpieza.  Winston  no  recordaba  haber  visto  ningún  pasillo  cuyas
               paredes no estuvieran manchadas por el contacto de cuerpos humanos.

                   O'Brien  tenía  un  pedazo  de  papel  entre  los  dedos  y  parecía  estarlo
               estudiando  atentamente.  Su  pesado  rostro  inclinado  tenía  un  aspecto
               formidable  e  inteligente  a  la  vez.  Se  estuvo  unos  veinte  segundos  inmóvil.
               Luego se acercó el hablescribe y dictó un mensaje en la híbrida jerga de los
               ministerios.

                   «Reí 1 coma 5 coma 7 aprobado excelente. Sugerencia contenida doc G

               doblemás  ridículo  rozando  crimental  destruir.  No  conviene  construir  antes
               conseguir completa información maquinaria puntofinal mensaje.»

                   Se levantó de la silla y se acercó a ellos cruzando parte de la silenciosa
               alfombra.  Algo  del  ambiente  oficial  parecía  haberse  desprendido  de  él  al
               terminar con las palabras de neolengua, pero su expresión era más severa que
               de costumbre, como si no le agradara ser interrumpido. El terror que ya sentía

               Winston se vio aumentado por el azoramiento corriente que se experimenta al
               serle molesto a alguien. Creía haber cometido una estúpida equivocación. Pues
               ¿qué prueba tenía él de que O'Brien fuera un conspirador político? Sólo un
               destello  de  sus  ojos  y  una  observación  equívoca.  Aparte  de  eso,  todo  eran
               figuraciones  suyas  fundadas  en  un  ensueño.  Ni  siquiera  podía  fingir  que
               habían venido solamente a recoger el diccionario porque en tal caso no podría

               explicar la presencia de Julia. Al pasar O'Brien frente a la telepantalla, pareció
               acordarse de algo. Se detuvo, volvióse y giró una llave que había en la pared.
               Se oyó un chasquido. La voz se había callado de golpe.
   113   114   115   116   117   118   119   120   121   122   123