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ortodoxo.  En  cierto  modo  la  visión  del  mundo  inventada  por  el  Partido  se

               imponía con excelente éxito a la gente incapaz de comprenderla. Hacía aceptar
               las violaciones más flagrantes de la realidad porque nadie comprendía del todo
               la  enormidad  de  lo  que  se  les  exigía  ni  se  interesaba  lo  suficiente  por  los
               acontecimientos  públicos  para  darse  cuenta  de  lo  que  ocurría.  Por  falta  de
               comprensión,  todos  eran  políticamente  sanos  y  fieles.  Sencillamente,  se  lo

               tragaban todo y lo que se tragaban no les sentaba mal porque no les dejaba
               residuos lo mismo que un grano de trigo puede pasar, sin ser digerido y sin
               hacerle daño, por el cuerpecito de un pájaro.






                                                   CAPÍTULO VI



                   Por fin, había ocurrido. Había llegado el esperado mensaje. Le parecía a

               Winston que toda su vida había estado esperando que esto sucediera.

                   Iba por el largo pasillo del Ministerio y casi había llegado al sitio donde
               Julia le deslizó aquel día en la mano su declaración. La persona, quien quiera
               que fuese, tosió ligeramente sin duda como preludio para hablar. Winston se
               detuvo en seco y volvió la cara. Era O'Brien.

                   Por fin, se hallaban cara a cara y el único impulso que sentía Winston era
               emprender la huida. El corazón le latía a toda velocidad.


                   No  habría  podido  hablar  en  ese  momento.  Sin  embargo,  O'Brien,
               poniéndole amistosamente una mano en el hombro, siguió andando junto a él.
               Empezó  a  hablar  con  su  característica  cortesía,  seria  y  suave,  que  le
               diferenciaba de la mayor parte de los miembros del Partido Interior.

                   —He  estado  esperando  una  oportunidad  de  hablar  contigo  —le  dijo—,
               estuve  leyendo  uno  de  tus  artículos  en  neolengua  publicados  en  el  Times.
               Tengo entendido que te interesa, desde un punto de vista erudito, la neolengua.

                   Winston había recobrado ánimos, aunque sólo en parte.


                   —No  muy  erudito  —dijo—.  Soy  sólo  un  aficionado.  No  es  mi
               especialidad.  Nunca  he  tenido  que  ocuparme  de  la  estructura  interna  del
               idioma.

                   —Pero  lo  escribes  con  mucha  elegancia  —dijo  O'Brien—.  Y  ésta  no  es
               sólo una opinión mía. Estuve hablando recientemente con un amigo tuyo que
               es  un  especialista  en  cuestiones  idiomáticas.  He  olvidado  su  nombre  ahora

               mismo; que lo tenía en la punta de la lengua. —Winston sintió un escalofrío
               —.  O'Brien  no  podía  referirse  más  que  a  Syme.  Pero  Syme  no  sólo  estaba
               muerto, sino que había sido abolido. Era una nopersona. Cualquier referencia
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