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los edificios tienen nuevos nombres y todas las fechas han sido alteradas. Ese
proceso continúa día tras día y minuto tras minuto. La Historia se ha parado en
seco. No existe más que un interminable presente en el cual el Partido lleva
siempre razón. Naturalmente, yo sé que el pasado está falsificado, pero nunca
podría probarlo aunque se trate de falsificaciones realizadas por mí. Una vez
que he cometido el hecho, no quedan pruebas. La única evidencia se halla en
mi propia mente y no puedo asegurar con certeza que exista otro ser humano
con la misma convicción que yo. Solamente en ese ejemplo que te he citado
llegué a tener en mis manos una prueba irrefutable de la falsificación del
pasado después de haber ocurrido; años después.
—Y total, ¿qué interés puede tener eso? ¿De qué te sirve saberlo?
—De nada, porque inmediatamente destruí la prueba. Pero si hoy volviera
a tener una ocasión semejante guardaría el papel.
—¡Pues yo no! —dijo Julia—. Estoy dispuesta a arriesgarme, pero sólo por
algo que merezca la pena, no por unos trozos de papel viejo. ¿Qué habrías
hecho con esa fotografía si la hubieras guardado?
—Quizás nada de particular. Pero al fin y al cabo, se trataba de una prueba
y habría sembrado algunas dudas aquí y allá, suponiendo que me hubiese
atrevido a enseñársela a alguien. No creo que podamos cambiar el curso de los
acontecimientos mientras vivamos. Pero es posible que se creen algunos
centros de resistencia, grupos de descontentos que vayan aumentando e
incluso dejando testimonios tras ellos de modo que la generación siguiente
pueda recoger la antorcha y continuar nuestra obra.
—No me interesa la próxima generación, cariño. Me interesa nosotros.
—No eres una rebelde más que de cintura para abajo —dijo él.
Ella encontró esto muy divertido y le echó los brazos al cuello,
complacida.
Julia no se interesaba en absoluto por las ramificaciones de la doctrina del
partido. Cuando Winston hablaba de los principios de Ingsoc, el doblepensar,
la mutabilidad del pasado y la degeneración de la realidad objetiva y se ponía
a emplear palabras de neolengua, la joven se aburría espantosamente, además
de hacerse un lío, y se disculpaba diciendo que nunca se había fijado en esas
cosas. Si se sabía que todo ello era un absoluto camelo, ¿para qué
preocuparse? Lo único que a ella le interesaba era saber cuándo tenía que
vitorear y cuándo le correspondía abuchear. Si Winston persistía en hablar de
tales temas, Julia se quedaba dormida del modo más desconcertante. Era una
de esas personas que pueden dormirse en cualquier momento y en las posturas
más increíbles. Hablándole, comprendía Winston qué fácil era presentar toda
la apariencia de la ortodoxia sin tener idea de qué significaba realmente lo