Page 74 - Las Chicas de alambre
P. 74

simplemente, no quiso pensar en ello. Lo apartó de su cabeza. De Vania no sé.
               —Tu padre debió de pasarlo muy mal.

               —Desde la muerte de Jess, hablaba de «la espada vengadora del Señor», de cosas... —
               plegó los labios y trató de recuperar su estado de ánimo anterior—. Supongo que para él
               lo mejor fue morir, aunque parezca duro que lo diga. Descansó en paz, aunque no sin
               sufrir cuatro años como sufrió, mientras decía que era justo que así fuera, pero que lo
               aceptaba, que era su castigo.
               Yo también quise cambiar de tema. Se me estaba poniendo seria.

               —¿Y tu carrera? ¿No tienes miedo de estar marcada por lo que le sucedió a tu hermana?
               —Sí, soy la hermana de Jess Hunt, pero lo llevo bien. Diez años es bastante tiempo para
               que la gente se olvide de ello. Intento no cometer errores y ser feliz, ¿sabes? Pienso que
               en la vida solamente tienes dos opciones: o intentar ser feliz, o morirte de asco. Yo
               intento ser feliz.
               —Creo que eres feliz.
               —Sí, ¿verdad? —de pronto, sacó a relucir la mejor de sus sonrisas, y agregó—: ¿Qué te
               apetece que hagamos ahora? Mañana es sábado. ¡Todo un fin de semana por delante!
               Se suponía que yo era el chico.
               Pero aquello era América.
               —Sólo he estado en Los Ángeles dos veces antes que ahora, y por motivos laborales —
               manifesté inseguro.

               Barbara, de insegura, nada.
               —¿Quieres ir a una discoteca genial? —propuso, mordiéndose el labio inferior con
               picardía a la espera de mi natural «sí».


                                                          XXIII



               Me desperté muy tarde, tardísimo, y tuve el tiempo justo de ducharme y salir de la
               habitación con la bolsa ya hecha. Si llego a pasar por recepción cinco minutos después...
               ya me habrían cobrado un día de más por superar el límite de estancia habitual. Aboné la
               cuenta por dos noches y bajé al garage para buscar el coche.
               Otros cinco minutos después me orientaba por Westwood para tomar la interestatal 405
               nuevamente en dirección norte. La enfilé por el mismo Wilshire Boulevard hacia la
               izquierda.
               Mientras abandonaba Los Ángeles, pensé en Barbara Hunt.
               Y al atravesar el valle de San Fernando, me despedí de ella con la dulce nostalgia del que
               sabe que, difícilmente, nuestros caminos volverían a encontrarse.
               Algunas cartas, sí, tal vez.

               Tal vez.
               Me concentré en la conducción para no hacerme un lío con las autopistas al norte de Los
               Ángeles, aunque el camino a San Francisco era claro y diáfano. Setecientos kilómetros de
               buena highway. Por la costa, a lo mejor el paisaje habría sido más bonito, pero el viaje
               habría durado más. Comí en los alrededores de Bakersfield y ya no paré hasta entrar en
               Frisco, como lo llaman ellos, por el sur, a través del Silicon Valley.



                                                                                                           74
   69   70   71   72   73   74   75   76   77   78   79