Page 71 - Las Chicas de alambre
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El resto de la habitación lo formaban muebles y armarios, libros y CD 's, un ordenador,
               un par de guitarras, objetos diversos y propios del mundo de alguien como Barbara.
               Sobre la mesa también vi una fotografía de Jess con Vania y con Cyrille, además de otras
               en las que Barbara recibía algún premio o distinción. Vi un álbum con recortes de prensa
               de la propietaria de la habitación.
               Pero, sobre todo, me quedé hipnotizado viendo una imagen.
               Estaba en una esquina del rectángulo de corcho. No habría reparado en ella de no ser
               porque me fijé en un detalle: había dos rostros blancos y dos negros.
               Jess, Cyrille, Vania y...

               —Esa mujer...
               —Noraima —pronunció su nombre antes de que lo hiciera yo.
               Me acerqué aún más. Las cuatro mujeres estaban en traje de baño, sexys los de las tres
               modelos y discreto el de la mayor, con unas palmeras detrás y sensación de pleno ocio.
               Reían felices. En aquella fotografía, mucho mejor que la del periódico de París, Noraima
               daba la impresión de ser una mujer de unos cuarenta y tantos años, de rostro enérgico
               pero mirada dulce. Tenía un brazo por encima de los hombros de una delicada Vania ya
               extremadamente esquelética.

               —¿De cuándo es esta fotografía?
               —De apenas tres meses antes de que muriera Cyrille. Fue la última vez que estuvieron
               todas juntas; por eso la conservo.
               —Ya he oído hablar antes de la tal Noraima —dejé escapar.
               —Bueno, es normal. Era la persona que estaba más cerca de Vania. Le hacía de todo,
               desde cuidarla como una madre hasta defenderla como un guardia de seguridad. La
               quería con locura. Llevaban juntas tantos años... Oí decir a mi hermana que Vania tenía
               suerte de contar con alguien como Noraima.
               —¿Dónde están? —señalé la foto.
               —En Araba.
               Sabía dónde estaba Araba: frente a las costas de Venezuela; un pequeño país encerrado
               en una diminuta isla en pleno Caribe. Un paraíso.

               Ideal para unas vacaciones o... para algo más.
               Algo como desaparecer. Sin dejar rastro.
               —Noraima era de allí —dijo Barbara.
               Era la primera pista que tenía acerca de la mujer negra, la persona que más y mejor podía
               haber conocido a Vania en aquellos días.

               Araba.
               —Creo que Vania pasaba algún tiempo en Araba siempre que podía, descansando, igual
               que mi hermana y Cyrille —continuó Barbara, aportando más indicios reveladores—:
               Jess me dijo una vez que aquello era muy turístico, pero más tranquilo que otros puntos
               del Caribe.

               —¿Recuerdas el apellido de Noraima?
               —No.
               Cada vez que tropezaba con algo relativo a la criada y amiga de Vania, escarbaba sólo un
               poquito y nada más.
               Sólo.

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