Page 69 - Las Chicas de alambre
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adorada Vania estaban allí. Barbara Hunt, sí.
Alta, metro setenta y cinco —o sea, dos centímetros por debajo de mi estatura—, rubia,
ojos limpios, transparentes, boca grande, labios espectaculares, cuerpo esbelto y perfecto,
sin retoques... Así, a primera vista, uno no entendía por qué no era la protagonista de la
serie en la que trabajase. Lucía un vestido muy simple, de una sola pieza, ligeramente
escotado, con tirantitos, sin mangas y con la falda justo a mitad de los muslos. Era como
ver en vivo el anuncio de una colonia superrefrescante.
Una colonia muy yanqui, por supuesto.
Agatha Hunt nos dejó solos. Tuvo ese detalle. Barbara ocupó el mismo lugar que había
ocupado su madre durante nuestra charla. Ya le había dicho que su serie no se emitía en
España, pero que se emitiría muy pronto y que por eso estaba yo allí. La chica, sin
embargo, daba la impresión de sentirse feliz por la única razón de que lo era, no porque
un periodista español fuese a entrevistarla.
Tampoco era una ingenua.
—No pareces periodista —fue lo primero que me lanzó al quedarnos solos.
—Pues lo soy —le mostré mi carné y la credencial de Zonas Interiores.
—¡Aja! —me los devolvió enseguida—. ¿Tu revista es importante?
—Sí.
—¿Televisión, cine, cotilleos en general?
—Toca todos los temas... y con rigor.
—¿Has visto la serie en la que trabajo?
.—No —reconocí.
Me miró fijamente, y la sonrisa que iluminaba su rostro se expandió todavía más. Sus
ojos brillaron. Fue un chisporroteo eléctrico. Todavía no estaba seguro de si coqueteaba
conmigo o si se estaba divirtiendo a mi costa. Se volvió intensamente maliciosa.
—Tu interés por mí no tendrá nada que ver con mi hermana Jess, ¿verdad?
—¿Por qué lo preguntas?
Llevo un buen tiempo ejerciendo de periodista, incluso desde antes de acabar la carrera;
pero las chicas guapas aún me pueden. Sé que me había puesto rojo.
Soltó una carcajada.
—Hace diez años de aquello —calculó—, y Vania era española.
Me tenía atrapado.
—¿Cómo está? —preguntó de pronto.
—¿Quién?
—Vania, por supuesto.
—Ha desaparecido.
Le cambió la expresión.
—¿Desde cuándo?
—Desde hace diez años —le dije.
—¿Vania no...?
—Nadie sabe dónde está. Al terminar súbitamente el juicio de Nicky Harvey con su
muerte, se fue a una clínica para combatir su anorexia y después... desapareció. Con el
paso del tiempo, han crecido las especulaciones; pero no son más que eso:
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