Page 46 - De Victoria para Alejandro
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                La anciana  se  levantó y se apoyó en el
       brazo de Victoria.
               -Vamos al patio, hija; debajo de la parra
       hace menos calor.
               El patio era agradable y fresco, con  una
      gruesa palmera y una fuente que borboteaba en el
       centro.  Debajo de  la parra,  que se enroscaba en
       unos soportes de madera, había unos almohadones
       y una  mesita.  La  anciana  se sentó  y una  criada
       acercó vasos de grueso vidrio verdoso y una jarra
       de barro amarillento.
               -Siéntate,  Victoria  y  toma  un  vaso  de
       agua de limón. Está muy fresca.
               Victoria bebió despacio; de verdad estaba
       buena el agua de limón; contempló atentamente a
       la  mujer  que  tenía  enfrente.  Pese  a  su  edad,  se
       movía con soltura y su pelo blanco formaba una
      especie de halo que dulcificaba la enérgica expre­
       sión de sus ojos. Miriam había cumplido su palabra
      de presentarle a los cristianos de Jerusalén y había
      preparado la visita a Betania, a la casa de María,
       la amiga más íntima de su madre, que también era
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