Page 45 - De Victoria para Alejandro
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La anciana se levantó y se apoyó en el
brazo de Victoria.
-Vamos al patio, hija; debajo de la parra
hace menos calor.
El patio era agradable y fresco, con una
gruesa palmera y una fuente que borboteaba en el
centro. Debajo de la parra, que se enroscaba en
unos soportes de madera, había unos almohadones
y una mesita. La anciana se sentó y una criada
acercó vasos de grueso vidrio verdoso y una jarra
de barro amarillento.
-Siéntate, Victoria y toma un vaso de
agua de limón. Está muy fresca.
Victoria bebió despacio; de verdad estaba
buena el agua de limón; contempló atentamente a
la mujer que tenía enfrente. Pese a su edad, se
movía con soltura y su pelo blanco formaba una
especie de halo que dulcificaba la enérgica expre
sión de sus ojos. Miriam había cumplido su palabra
de presentarle a los cristianos de Jerusalén y había
preparado la visita a Betania, a la casa de María,
la amiga más íntima de su madre, que también era