Page 43 - De Victoria para Alejandro
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                  hermano Judas, que también quiere ir al monaste­         había enamorado de un enemigo, de un romano. El
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                          Se hizo un silencio. Victoria sentía las es­     también querían a tu madre y sucedió ... : se convir­
                  trellas  muy  cercanas  y  el  cuerpo  ligero  como  si   tió a su fe. Y ahora el testamento. No creo que mi
                  flotase entre la tierra y el cielo.                     padre y el tío José deseasen demasiado el dinero,
                          -Victoria, ¿te has dormido?                     aunque  el  dinero  siempre  es  importante,  y  más
                          -No.                                             en  la  situación  actual,  pero  al  menos  esperaban
                          -¡Qué extraña eres! Todos lo comentaban.        que  tú  fueses  como  tu  madre  y  como  tu  abuela
                          -Lo siento. Soy romana.                          Mariamme.
                          -No,  es  otra  cosa.  ¿Sabes?  Todavía  las             La voz de Victoria tenía huellas de lágri­
                  v1eJas  criadas  hablan  de  Mariamme,  la  primera     mas.
                  mujer del abuelo. Era bellísima y además encanta­                -He llegado esta mañana ... ¿Qué esperan
                  dora. Se  murió al nacer tu madre y el  abuelo se       de  mí?  ¿Qué  saben  como  soy?  ¿Por  qué  no  les
                  casó con su hermana, con la abuela Ana. Y nacie­        gusto? ¿Por qué me censuran sin conocerme? No
                  ron mi padre y el tío José. Tu madre fue de los         está en mi mano tener un pelo oscuro y brillante,
                  seguidores del Nazareno y estuvo con ellos antes        el tipo de pelo del que saltan chispas si se peina en
                  de que lo crucificaran; era una niña, pero se esca­     la oscuridad -recalcó con amargura.
                  paba de la vigilancia de la abuela Ana para ir con              Miriam se incorporó intentando adivinar
                  María, la de Betania*. Había heredado la gracia y       el rostro de su prima en la penumbra.
                  el encanto de su madre y nadie en casa era capaz                -¡No  te  disgustes!  Es  normal  que  no  te
                  de reñida; todos, el abuelo, la abuela y sus hijos la   conozcan; y no hagas caso a la abuela Ana; tú no
                  adoraban.  La  abuela  la  mimaba  más  que  a  sus     eres  fea. Tienes  la piel  como  la  nieve  y los  ojos
                  propios  hijos.  Luego vino tu padre y la pidió en      como el agua del mar. A  mí  me gustas.  ¡Pídeme
                  matrimonio y, como ella lo amaba, el abuelo cedió       algo!
                  y le permitió casarse con un romano.  Se marchó                 Victoria se pasó la mano por los ojos, son­
                  con tu padre y la echaron mucho de menos. Pare­         riendo entre las lágrimas.
                  cía que se había llevado la alegría de la casa. La              -¿Me  llevarías  con  los  cristianos  de  Je­
                  abuela  se  disgustó  tanto  que  estuvo  enferma  en   rusalén?
                  cama. Y  el tío José  sintió que su  hermana  había
                  traicionado a su pueblo;  no comprendía cómo se
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