Page 51 - De Victoria para Alejandro
P. 51

52                                                          53

                 abuela Ana llegó a encerrar en casa a tu madre y           copia. El abuelo me enseñó a escribir al modo de
                 yo intenté alguna vez que el Maestro riñera a Ma­          los escribas. Pero no debe saberlo nadie.
                 ría  por  su  irresponsabilidad,  pero  él me  recordó             -¡Que el Señor te bendiga, hija!
                 que hay cosas más importantes que la hospitalidad,                 Victoria enrojeció
                el buen servicio y las conveniencias. Luego, cuando                 -Por favor, no lo comentes. Es secreto; ni
                 resucitó a mi hermano Lázaro, las cosas se compli­         siquiera en la iglesia deben saber que fui yo quien
                caron.  Los sacerdotes y los del partido de los sadu­       lo  escribí. Me lo encargó el obispo;  eran días de
                ceos* llevaban mucho tiempo tras él; se unieron a           persecución y no contaban con un escriba de fiar,
                los fariseos* y mi hermano tuvo que huir y escon­           por eso lo hice yo. Nadie lo podría imaginar; las
                derse porque era un testigo viviente y los testigos         mujeres  no  sabemos  de  estas  cosas.  Y  si  ya  en
                estorbaban, y al Señor le prendieron y le crucifica­        Roma debía ocultarlo  ...  , ¡fíjate aquí!
                ron.  ¡Que  días!  Nunca  creí que se pudiera sufrir                -Has hecho un gran servicio a la Iglesia,
                tanto  ... Pero luego  ...                                  Victoria. Los ancianos de Roma sabían lo que ha­
                         Marta guardó silencio; sus ojos, rodeados          cían  al  darte  el  encargo.  Jesús  hablaba  con  las
                de finas arrugas, parecían estar contemplando algo          mujeres en público, nos respetaba y nos tenía en
                 que  sólo  ella  veía.  Victoria,  emocionada,  reveló     cuenta, y fueron mujeres las primeras en saber que
                parte de su secreto.                                        había resucitado; ¿por qué no van a poder escribir
                         -Marta, en Roma hay un relato que reco­            su historia? No te preocupes. Él hubiese aprobado
                ge lo que Marcos* y Pedro predicaban de la vida             tu conducta.
                y  muerte  del  Señor.  En  las  reuniones  siempre
                se  narra  alguna  parte.  Yo  lo  recogí  por  escrito
                y me he traído un rollo*, pero lo que me has con­
                tado es nuevo para mí. ¿Me contarías más cosas de
                 Jesús?
                         Marta  se  inclinó  hacia  Victoria  con  los
                ojos iluminados:
                         -¿Tú  lo  has  escrito?  ¿Me  darías  una
                copia?
                         -Es para  la iglesia de  Jerusalén,  pero si
                me proporcionas suficiente pergamino, te haré una
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56