Page 42 - De Victoria para Alejandro
P. 42

42                           43

 Juana apoyó la mano en la cabeza de su hija.   la  otra  parte.  Me gustaría  saberlo todo.  Y no  sé
 -Descansad,  hijas.  Que  Dios  os  bendiga  cuántas veces podremos hablar a solas y con tran­
 -contestó Juana.  quilidad  como  hoy.  Aquí,  ya lo habrás  visto,  las
 Miriam trepó con agilidad por la estrecha   costumbres no son como en Roma.
 escalera. Al llegar a la habitación, tomó un par de   Victoria se rindió.
 mantos de lana gruesa y se los tendió a Victoria.   -¿  Qué quieres saber?
 -Toma, sujeta mientras cojo unos almoha­  -¿  Cuántos años tienes?
 dones. Hace calor aquí. Ven.   -Dieciséis, ¿por qué?
 Subió por la escalera hasta la azotea y allí   -Aquí ya estarías casada. Y  o tengo doce y
 buscó un ángulo de la casa para extender los man­  mi padre ya me está buscando marido.
 tos en el suelo. Colocó los almohadones y se tumbó   -Mi padre me ha prometido que me deja­
 cara a las estrellas.   rá escoger.
 -Ven. Aquí se está más fresco. Mira qué  -¿Y has elegido ya?
 cielo más hermoso.   Se hizo un silencio. Luego, Victoria dijo
 Victoria obedeció a su prima. Le sorpren­  con voz firme:
 día su carácter; esa mezcla de respeto y travesura.   -No quiero contestar.
 La paz de la noche las envolvió. Un perro   -¡Huy  que  interesante!  Bueno,  otra  pre-
 aulló  a  lo  lejos.  Todas  las  estrellas  del  cielo  de   gunta incómoda. ¿Eres cristiana?
 verano parecían colgadas sobre las dos muchachas.   Victoria sonrió en la oscuridad.
 Miriam dijo de pronto:   -Sí,  lo  soy.  Como  el abuelo y  como  mi
 -¿Sabes hablar arameo?  madre.
 -Me lo enseñó el abuelo.  -¡Vaya escándalo que se formó en la fami­
 -¿Cuanto tiempo vivió el abuelo con vo-  lia  cuando  el  abuelo  dejó  la  casa  y  se  fue  con
 sotros?   Bernabé  y Marcos  a Chipre!  Un escriba con los
 -Tres  ...  , no, cuatro años -Victoria se sin­  cristianos  ... Se  lo he oído contar a la abuela mil
 tió molesta-. ¿A qué viene tanta pregunta?   veces. ¿Sabes? No ha vuelto a pisar la calle desde
 Miriam rió con aquella risa fácil que pare­  entonces. Ni siquiera para ir al templo. Y la abuela
 cía ser parte de su personalidad.   es muy piadosa.
 -No  te  ofendas,  Victoria.  Verás,  yo  soy  -Los tíos también. ¿No?
 curiosa y conozco parte de la historia. Tú conoces   -También. Especialmente el tío José y mi
   37   38   39   40   41   42   43   44   45   46   47