Page 120 - De Victoria para Alejandro
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           to hasta terminar. ¡Y ahora lo copio para ti, Marta,                Luego repetía bajito, como una oración, el nombre
           que conociste al Señor en persona!                                  de Alejandro.
                   La  risa  alegre  de  Miriam alborotó  a  los                        Marta entró en la habitación con un paso
           pájaros.                                                            poco apropiado para sus años.
                   -¡Y te ayudo yo, que no le conocí! Victo­                            -Victoria,  hija  -la  sacudió  blandamente
           ria, sé  leer bastante bien. ¿Me dejas que te dicte?                por un hombro-. ¡Victoria!
                   Y sin aguardar respuesta comenzó.                                    Y  ante la mirada  sobresaltada de  la  mu­
                   «El Reino de los cielos es igual. ..                        chacha:
                                                                                        -Te esperan en el patio.
                                                                                        Con la cara blanca como la cal de las pa­
                   Tiempo ... ,  tiempo ...  ¡Cómo  volaban  los               redes y la piernas temblorosas, salió al patio para
           días! Marta anunció a Victoria y a Miriam que los                   verse aplastada por dos brazos de hierro que no la
           días de  ayuno  de  los monjes de Qumram habían                     dejaban apenas respirar. Y una voz en ¡latín!
           finalizado y  que  el tío José  ya podía viajar a Je­                        -¡Victoria!, mi niña ... , Victoria ...
           rusalén.
                   Tiempo...  Victoria  había  terminado  tres
           copias del rollo de la Buena Nueva de Marcos. Ya
           estaban guardadas en sus fundas de piel de cabra,
           tan suave que parecía terciopelo. Victoria entregó
           una de ellas a Miriam.
                   -Dásela  a  tu hermano  Judas  para la. bi­
           blioteca del monasterio. Se la prometí en Qumrán.
                   Tiempo ... Dentro de poco cambiarían los
           vientos y comenzarían las tormentas y no se podría
           viajar en barco hasta la primavera.
                   Tiempo ...
                   -Padre nuestro, que estás en el cielo. Tú
           que eres el Señor del tiempo, tráeme a mi padre ...
           -musitaba Victoria, en su habitación con la vista
           fija  en  el  cuadrado  de  cielo  azul  de  la  ventana.
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