Page 97 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 97
no había logrado otra ocupación a las siestas bravas. Esta vez Precisamente esa misma tarde un peón se quejó a Cooper
rastreó cuatro lagartijas de las pocas que quedaban ya; cazó de los venados que estaban concluyendo con los porotos.
tres, perdió una, y se fue entonces a bañar. Pedía escopeta, porque aunque él tenía un buen perro, no podía
A cien metros de la casa, en la base de la meseta y a sino a veces alcanzar a los venados de un palo ...
orillas del bananal, existía un pozo en piedra viva, de factura Cooper prestó la escopeta, y aun propuso ir esa noche al
y forma originales, pues siendo comenzado a dinamita por un rozado.
profesional, habíalo concluido un aficionado con pala de -No hay luna -objetó el peón.
punta. Verdad es que no medía sino dos metros de hondura, -No importa. Suelte el perro y veremos si el mío lo
tendiéndose en larga escarpa por un lado, a modo de tajamar. sigue.
Su fuente, bien que superficial, resistía a secas de dos meses, Esa noche fueron al plantío. El peón soltó a su perro, y
lo que es bien meritorio en Misiones. el animal se lanzó enseguida en las tinieblas del monte, en
Allí se bañaba el foxterrier: primero la lengua, después busca de un rastro.
el vientre sentado en el agua, para concluir con una travesía a Al ver partir a su compañero, Yaguaí intentó en vano
nado. Volvía a la casa, siempre que algún rastro no se atrave forzar la barrera de caraguatá. Logrólo al fin, y siguió la pista
sara en su camino. Al caer el sol, tomaba al pozo. De aquí que del otro. Pero a los dos minutos regresaba, muy contento de
Yaguaí sufriera vagamente de pulgas y con bastante facilidad, aquella escapatoria nocturna. Eso sí, no quedó agujerito sin
el calor tropical para el que su raza no había sido creada. olfatear en diez metros a la redonda.
El instinto combativo del foxterrier se manifestó nor Pero cazar tras el rastro, en el monte, a un galope que
malmente contra las hojas secas; subió luego a las mariposas puede durar muy bien desde la madrugada hasta las tres de la
y su sombra, y se fijó por fin en las lagartijas. Aun en tarde, eso no: El perro del peón halló una pista, muy lejos, que
noviembre, cuando tenía ya en jaque a todas las ratas de la perdió enseguida. Una hora después volvía a su amo, y todos
casa, su gran encanto eran los saurios. Los peones que por a o juntos regresaron a la casa:
b llegaban a la siesta, admiraron siempre la obstinación del La prueba, si no concluyente, desanimó a Cooper. Se
perro, resoplando en cuevitas bajo un sol de fuego; si bien la olvidó luego de ello, mientras el foxterrier continuaba cazan
admiración de aquéllos no pasaba del cuadro de caza. do ratas, algún lagarto o zorro en su cueva y lagartijas.
-Eso -dijo uno un día, señalando al perro con una
vuelta de cabeza- no sirve más que par� bichitos ... Entretanto, los días se sucedían unos a otros,
El dueño de Y aguaí lo oyó: enceguecientes, pesados, en una obstinación de viento norte
-Tal vez -repuso-; pero ninguno de los famosos que doblaba las verduras en lacios colgajos, bajo el blando
perros de ustedes sería capaz de hacer lo que hace éste. cielo de los mediodías tórridos. El termómetro se mantenía
Los hombres se sonrieron sin contestar. entre treinta y cinco y cuarenta, sin la más remota esperanza
Cooper, sin embargo, conocía bien a los perros de monte de lluvia. Durante cuatro días, el tiempo se cargó, con as
y su maravillosa aptitud para la caza a la carrera, que su foxterrier fixiante calma y aumento de calor. Y cuando se perdió al fin
ignoraba. ¿Enseñarle? Acaso; pero él no tenía cómo hacerlo. la esperanza de que el sur devolviera en torrentes de agua todo
95
94